Casi un año después de la debacle electoral en los comicios del 22M y su agria salida del Ayuntamiento de Logroño, los socialistas siguen atorados en el mismo punto. Lejos de encontrar el camino que les rehabilite como la necesaria alternativa al omnipotente PP, el PSOE continúa encasquillado en las luchas intestinas por el liderazgo y la búsqueda de enemigos aquí y allá: en el Palacete de Gobierno, entre sus propias filas o hasta en los blogs y las redes sociales, el único lugar donde fluye su discurso en una especie de ‘politweet’ que mira más hacia la imagen personal de algunos que al interés real de una ciudadanía sedienta de respuestas.
Lo que debería haber servido como punto de partida para la regeneración y la puesta a cero del cuentakilómetros ha resultado ser, en realidad, una espita por donde siguen manando rencores e hipotecas.
El ya apretado triunfo de César Luena en el congreso de febrero anunció que el PSOE había optado por el camino más empedrado, amortizando de paso la expectativa en figuras como Luis Alonso o Félix Caperos. Tampoco la decisión del ‘chico del coro’ de apoyarse en la vieja guardia para resetear el partido ayudó al cambio proclamado. Un escenario rematado con la elección de secretaria general de Logroño de otra histórica como Inmaculada Ortega y el sainete vivido para escoger al portavoz del equipo municipal, donde se ha constatado que lo importante internamente no era lo previsible (decantarse por Concepción Arribas) sino lo buscado por la alternativa oficialista (eliminar a Vicente Urquía) con una frustrada parada intermedia (recurir a Pilar Criado). ¿La renovación del partido era esto?
Cuando Rubalcaba recale este fin de semana en Riojafórum eso será lo que se encuentre. Un partido liderado en La Rioja por alguien que mantiene su escaño en Madrid sin acta en el Parlamento, y comandado en el Ayuntamiento por quien lleva buena parte del peso en el Parlamento y no es concejal. Unas bases que asisten atónitas al reparto de poder en Martínez Zaporta, mientras comprueban que en el año transcurrido desde aquella noche que Tomás Santos dijo adiós no se ha dado un paso adelante en firme y la presente legislatura amenaza con acabar en blanco.
Desde la distancia, Pedro Sanz se frota las manos.
Fotografía: Sonia Tercero