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Teri Sáenz

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Mikel Erentxun: “Ya me quité el sambenito de músico ñoño”

Superada hace años su etapa como líder de unos de los grupos españoles clave en los 80 y 90, Mikel Erentxun (Caracas, 1965) actúa en Logroño ahondando en su faceta de cantante con un poso de rock clásico.
-Antes de nada: ¿Estoy hablando con Mikel Erentxun o con el excantante de Duncan Dhu?
-Imagino que todavía habrá gente que me asocie a aquella banda, pero creo que la inmensa mayoría me reconoce como Mikel Erentxun. Yo, desde luego, me siento así.
-Suena a que reniega de su pasado
-No, en absoluto. De hecho me siento encantado de haber pertenecido a Duncan Dhu. Sin embargo, he grabado ya muchos discos fuera de la banda y creo que tengo una carrera sólida y amplia como para ser considerada independientemente fuera del grupo.
-¿Todavía le piden en los conciertos que toque canciones de aquella primera etapa como “Cien gaviotas”, “Una calle de París”…?
-Pues sí. Y especialmente en conciertos como este de San Mateo, más festivos y al aire libre.
-¿Y accede?mikel erentxun
-La idea en principio es no responder a esas peticiones y mantenerme firme en mis nuevas canciones, pero la carne es débil y siempre acabo cayendo en la tentación.
-Con su bagaje, no sé si es un viejo rockero o un nuevo cantautor.
-Por edad debería ser un viejo rockero, pero por ganas y corazón me quedo, desde luego, con lo de cantautor actual.
-¿Qué escucha Mikel Erentxun ahora mismo? ¿De qué se nutren sus canciones?
-Llevo una temporada escuchando cosas como Black Keys. Grupos que practican un rock de toda la vida con un sonido profundamente vintage con el que me identifico plenamente.
-Da la sensación de que en el fondo es usted muy clásico.
-En el fondo y en la superficie. Me considero muy clásico, y de hecho tanto mis influencias como mis discos de cabecera siguen siendo los Beatles, David Bowie, Leonard Cohen, Dylan… Todo ese tipo de sonidos que nunca pasan de moda.
-¿Cómo alguien con ese espíritu y esas inclinaciones fue tachado mucho tiempo de hacer una música ñoña y acaramelada?
-Realmente no sé cuándo nos cayó ese sambenito que siempre consideré de lo más injusto. El problema es que en este país, cuando te ponen una etiqueta, resulta muy complicado despegártela. Sólo te la puedes quitar a fuerza de golpes y discos. Si echas un vistazo atrás, tanto en Duncan Dhu como en mis discos en solitario es difícil encontrar un disco ñoño. Todos contienen letras potentes, un contenido denso. Algunas veces más cerca de pop y otras más inclinado hacia el rock, pero nunca blando ni vacío.
-¿Ni siquiera en aquel “Por tierras escocesas” de debut?
-De toda mi discografía, es quizás el que mejor ha envejecido. Fue hecho con una textura e inocencia impensables ahora mismo.
-¿Así recuerda aquellos primeros años?
-Sí. Todo era muy nervioso, estaba lleno de ímpetu. Hablábamos mucho de lo que queríamos ser y hacer, teníamos una filosofía de grupo. Queríamos ser un grupo de rockabilly con influencias de aquí y de allá… Todo era muy teórico hasta que empezamos a hablar menos, viajar, grabar y actuar continuamente y las cosas salían de forma natural.
-Viajes y vueltas vitales que siempre acaban en San Sebastián.
-Porque además de mi casa, es mi refugio. Aquí fui, soy y seré Mikel.


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