“Confianza”. El presidente de la Federación de Comercio de la FER, repite la palabra como un mantra tras los cambios de normativa. Más allá de ayudas puntuales, Miguel Pascual insta a que la Administración preserve el comercio urbano como piedra angular de la sociedad y los municipios de toda La Rioja.
– ¿En qué estado llega el comercio riojano a la campaña de Navidad?
– En el de resignación, sabiendo que el esfuerzo debe ser mayor pero las perspectivas de futuro son inciertas. Esta es una campaña en la que buena parte de los negocios hacen el mayor volumen de su facturación anual y, sin embargo, nos encontramos con un consumidor recortado el máximo y sin confianza.
– ¿Cómo se refleja eso en cifras?
– Cuantificar el número de comercios que cierra es complejo. El dato más sintomático es que llevamos 28 meses consecutivos de caída de ventas y, mientras en el conjunto nacional el descenso ha sido del 8,4%, en La Rioja llega al 10,4%. En cifras deflactadas (constantes) sobre una base de 100 en el 2005, el año pasado nos situamos en 77,3, con un impacto generalizado en todo el comercio más acusado si cabe en los segmentos de equipamiento del hogar y de la persona.
– El alza del IVA no ha ayudado a mejorar ese escenario.
– Ha sido letal. El consumidor está retraído no sólo porque se haya quedado en paro o su situación económica sea más precaria, sino porque tiene miedo de lo que puede suceder. Es, por así decirlo, un estado mental que reprime la confianza necesaria para que haya un funcionamiento armónico tanto del comercio como del resto de los sectores y que, decisiones como la subida del IVA, ahondan aún más.
– ¿Tendrá realmente un efecto negativo la supresión de la paga extraordinaria de Navidad a los funcionarios?
– Evidentemente. Pero no sólo en el comercio. La gente cuenta con la extra de estas fechas para hacer todos esos gastos añadidos, y la supresión de la paga afectará a las cenas de Navidad, los regalos, las salidas… El efecto cascada en todos los sectores será brutal, y más aún derivado de un colectivo como los funcionarios que, al menos hasta ahora, suponía una garantía de consumo.
– También el del 2013 será el primer enero sin las clásicas rebajas en este mes.
– Rebajas puntuales como esas eran una fórmula colectiva con la que el comercio urbano creaba una expectativa que la gente esperaba como tal. Ahora, simplemente, se desubica y se genera una catarata de descuentos, promociones y rebajas continuas que sólo benefician a las grandes superficies dado que lo que busca el cliente cuando está retraído en el consumo es precio. En ese escenario se crea una fuerte competencia entre un formato de comercio y otro donde los grandes pueden emplear toda su artillería mediática.
– ¿Tampoco la liberalización de horarios ha mejorado las perspectivas del sector?
– También ahí han sido las grandes superficies las más beneficiadas dada su capacidad de maniobra sobre las condiciones laborales y ante lo cual nosotros no podemos hacer frente. Mi impresión es que en todas esas medidas hay un deslumbramiento perverso en los responsables públicos, que deben velar porque algunas cosas se mantengan en las condiciones adecuadas. Y entre ellas está el pequeño comercio que forma parte del tejido urbano, que es una parte fundamental de la ciudad y que ayuda a que ésta sobreviva y se desarrolle de forma amable para el ciudadano.
– ¿Realmente ayudan a ese afán las campañas locales y regionales de apoyo al comercio?
– No están mal, aunque son meros espejismos en momentos puntuales que lo que producen es una trasferencia de consumo de una fecha a otra. El cliente, como le digo, se vuelca ahora en el precio y cualquier ocasión es buena para comprar más barato, si bien ello no garantiza al comerciante ni fidelidad ni continuidad.
– ¿Qué más se podría hacer?
– El apoyo que recibimos no está mal, aunque quizás podría ser diferente. No promocionar tanto, por ejemplo, actividades concretas en pequeños barrios y asociaciones como tener una visión más global con fórmulas que garanticen la supervivencia del comercio urbano. A eso podrían sumarse medidas concretas como la revisión del pago por módulos de los autónomos, que se hizo en tiempos de bonanza y ahora ha quedado desfasado. Entiendo que de quien depende todo eso en última instancia es de la gestión a gran escala del Gobierno central y si el objetivo es que un licenciado con tres masters trabaje por 500 euros al mes, es que algo estamos haciendo mal.
– El comercio siempre se lamenta y reclama ayuda exterior. ¿Pero qué puede hacer él por sí mismo?
– El comercio es como la energía: ni se crea ni se destruye, sino que trata de adaptarse constantemente a los tiempos, los gustos del consumidor, los nuevos hábitos de compra. Hacemos todo lo que está en nuestra mano, pero todos los esfuerzos serán baldíos hasta que ese recupere la confianza perdida.