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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

La calle no calla

15M

Hace ahora dos años, muchos de los que hoy atienden a Diario LA RIOJA en una ventosa Plaza del Mercado de Logroño ni siquiera se conocían. Uno era abogado, otro autónomo, el de al lado jubilado, la de más allá profesora interina. Muchos, parados. Los había implicados en algún sindicato o movimiento social y los que jamás habían levantado el culo del sofá. Andaban cabreados por la deriva que estaba tomando el mundo, su propia ciudad. La soberbia de los políticos les irritaba ante las elecciones; el descaro de los banqueros les dolía. Se llamaban David, Arancha, Israel, Enrique, Esteban, Paz, Iván, Sonia, Elena, Amaya, Chuse, Ramón, José Ignacio, Noelia…

La manifestación espontánea de miles de personas en el centro de Madrid activó en todos ellos un interruptor interior que les congregó para solidarizarse con lo que estaba sucediendo en la Puerta del Sol. Se juntaron un puñado de ellos en la Concha de El Espolón. Cuarenta. Cincuenta quizás. El 17 de mayo volvieron a reunirse en la Plaza del Mercado para celebrar una asamblea. Un mensaje en twitter por aquí, un comentario en la escalera por allá. Al día siguiente eran ya más de 300. Había nacido por generación espontánea lo que los medios etiquetarían como movimiento 15M. La gente se organizó en grupos de trabajo, brotaron comisiones, todos contrastaron ideas sobre cómo cambiar el rumbo de las cosas y la Plaza del Mercado se erigió de la noche a la mañana en el epicentro de un debate global.
Esteban aún recuerda el impacto ilusionante de aquella estampa. «Me pareció algo absolutamente increíble: ciudadanos cualquiera debatiendo en público de temas políticos y sociales con ganas de aportar», comenta. «Y también con ganas de conocer», añade Richard subrayando otra de las características que han marcado el movimiento desde su gestación: el sentido crítico a partir de «otra» información más fiel y menos dirigida. «Esa que no dan los medios de comunicación ni manipulan los partidos», añade Israel abundando en la distancia entre la política y la calle que estimuló tantas conciencias y dos años después no parece haberse recortado.

El grupo asiente rotundo al preguntar si el 15M sigue vigente. Sí se puede, resumen. También los que como Ramón participaron activamente al inicio y luego se desmarcaron. «Es clave la separación de poderes y cambiar la ley electoral», arguye enfundando en su traje este letrado que, como otros, ha entrado y salido de un movimiento que sigue latiendo ahora bajo el paraguas Asamblea Logroño en reuniones semanales y acciones diarias. «Esto no es algo abstracto; somos gente real luchando por un mundo mejor que sabe que el poder está en cada uno de nosotros», apostilla Sonia, incorporada desde enero.

¿Ha habido una criminalización del 15M? Risa general. «Por supuesto», responde Israel. «Es la herramienta que usan también con otros como la PAH: decir que somos radicales, desprestigiarnos, meter miedo a la gente». Por sus comentarios, los clichés ni les arredran ni les hieren. «Al contrario, nuestros mejores propagandistas son los políticos», opina Paz. «Y si no, basta con escuchar las difamaciones de Javier Merino o ver las vallas que pusieron en el último pleno municipal donde se impidió entrar a la gente». Dos años después, el futuro del 15M sigue escribiéndose. El camino es largo. El objetivo ambicioso. «Somos un colectivo de vigilancia», resume Chuse. Y Richard matiza. «Somos lo que no quieren los políticos: cosas simples para ciudadanos simples». Es esa calle que no calla.

 

Fotografía: Díaz Uriel


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