La situación que vive el PSOE ha agotado todos los calificativos, y los que quedaban se los ha apropiado el PP para hacer leña del partido caído. Con la decisión anunciada por el secretario general de La Rioja de apartar de sus funciones a la dirección de la Agrupación Socialista de Logroño tras el cambio de portavoz en el grupo municipal y nombrar una gestora, César Luena ha quemado uno de los pocos valores que todavía podía exhibir en contraposición al funcionamiento los populares: la democracia interna.
Democracia interna fue según reiteró en febrero del año pasado su ajustada victoria en el último congreso regional, pero democracia interna fue también poco después el triunfo de Inmaculada Ortega en el cónclave local de la capital riojana. Claro que, como diría Marx (Groucho Marx) esta es mi democracia y si no le gusta tengo otra, y ahora ha dado el golpe de mano aferrándose oficialmente a “declaraciones y decisiones incorrectas” que algunos demandaban para intentar recomponer una situación insostenible desde que la también diputada regional tomó el relevo de Vicente Urquía.
Cierto es que el ambiente se había hecho irrespirable entre ambos bandos. Aunque resulta delicado hablar de bandos en un partido donde las relaciones ideológicas y personales se entremezclan desdibujando cualquier frontera. A cada declaración a lo largo de los últimos tiempos intentando contextualizar las fuertes diferencias como meras discrepancias de criterio, un nuevo episodio hacía saltar por los aires esa calma tensa. En esas, la pretensión del PSOE de Logroño de abrir una casa del pueblo que luego la dirección regional negó (con la anuencia de Ferraz) ha resultado ser sólo el preámbulo de lo que ahora ha llegado.
Si el camino previsto era el que ahora se ha tomado podía haberse hecho peor, aunque resultaría difícil. El anuncio público de Luena prácticamente a la misma hora en que Tomás Santos era homenajeado por el Ayuntamiento de Logroño colgando su cuadro en el salón de retratos evidencia esa falta de oportunidad. Una coyuntura que quizás podría haberse atajado evitando aspavientos, si así era la intención del aparato, en el congreso de Logroño exprimiendo la maquinaria para que Victoria de Pablo ganara en las urnas a las que ahora se agarra Ortega para legitimarse.
Los daños colaterales son muchos y en casi todos los frentes. La figura de un Luena abonado a palabras como acuerdo, pacto de región, diálogo o acercamiento queda tocada en ese flanco -en las redes sociales, al borde de estallar con tanta convulsión, ya ha sido bautizado malévolamente por los críticos como Luenone– y ni siquiera el consabido recurso de culpar al periódico de los males del partido se sostiene ante una guerra abierta a la que quizás aún le quedan batallas por librar.
Sin embargo, el principal daño que hace el PSOE es a sí mismo y a sus electores. A un proyecto en el que algunos siguen creyendo como alternativa al PP a pesar de algunos dirigentes y personalismos, dejando huérfanos a quienes observan entre inquietos y preocupados las encuestas que siguen castigando duramente a los socialistas y aupando a IU. Nunca los dos años que quedan de aquí a las próximas elecciones se harán tan largos para cuatro siglas.
Fotografía: Justo Rodríguez
(Luena, en el 2003 durante su etapa como dirigenet de Juventudes Socialistas, en una intervención contra la guerra de Irak)