Nada en ‘El libro de los amores limón’ es indiferente. Ni siquiera su propio título, en el cual Diego Fandos (Pamplona, 1971) hace confluir las dos autopistas emocionales por donde discurre su propuesta: los afectos más íntimos y ese regusto ácido que genera la contradicción en un mundo predispuesto a la lógica.
A través de quince relatos en los que el autor se coloca en el centro de un juego provocador, Fandos exprime su capacidad para trufar de inquietud sus historias y dejar en cada punto final una gavilla de incógnitas cuando no de sorpresa y a veces hasta una pizca de desazón. Los puntos de partida para conseguirlo son heterogéneos. Aunque la obra se arma sobre el denominador común de la imprevisibilidad y las turbulencias comunicativas, Fandos despliega una panoplia de situaciones y técnicas narrativas, abundando así en la riqueza propositiva de ‘El libro de los amores limón’. Unas veces anécdotas inocuas en primera instancia, otras encuentros insospechados o en ocasiones imágenes abiertas a interpretaciones poliédricas le sirven para provocar a cada rato la reacción del lector desprevenido.
El escritor navarro aplica además a su recorrido de exploraciones emocionales una variable geográfica. O más bien, la ubicación de buena parte de sus relatos en territorios casi siempre ajenos al gran público que acaba imprimiendo a cada cuento un plus de asepsia y zozobra. Su experiencia vital y profesional –Fandos ejerce de profesor de guión en la Escuela de Cine de Praga, donde vive desde hace diez años después de un largo periplo por diferentes ciudades europeas– facilitan esa versatilidad. Desde Polonia a Escocia o la República Checa, sin olvidar tampoco en el trazado del mapa sus raíces navarras, el autor describe una ruta apátrida para contextualizar sus relatos. El resultado de esa combinación de coordenadas y territorios resulta una nunca rutinaria propuesta sobre géneros diversos, con una leve inclinación hacia una clase de realismo mágico con un acento mucho más centroeuropeo que sudamericano. Y todo ello, sin renunciar a tramos en los que bordea el thriller, la reflexión política o hasta el retrato del absurdo social.
El factor audiovisual juega también un papel crucial en el desarrollo del texto. Director y guionista de la película ‘Cosmos’ que compitió en la edición del 2007 del Festival de Cine de San Sebastián, además de responsable de un buen puñado anuncios, cortometrajes y documentales, de la literatura de Fandos llega un eco del mismo frío líquido que desprenden las filmografías de Antonioni, Kieslowski o Von Trier u otros tantos cineastas enfrentados al convencionalismo. El músculo de imágenes poderosas convive así a lo largo de las páginas con el fluido de una voz absolutamente genuina.
Y como botón de muestra, el arranque de uno de los relatos agrupados en torno al apartado donde hurga sobre los pecados humanos: «El día amaneció pesado. Supongo que fue la presión atmosférica lo que finalmente me decidiera a matar a mi mejor amigo». Imposible no avanzar hasta hollar la cumbre de ‘El libro de los amores limón’.