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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

“La ciudad no se puede planificar cada cuatro años como una campaña electoral”

Tras cuatro años como tesorero del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, Alfonso Samaniego (Miranda de Ebro, 1964) asciende a vicepresidente de una de las instituciones clave en el desarrollo de una de las profesiones más azotadas por la crisis en su trabajo y consideración pública. “La arquitectura requiere dar voz a quien sabe de ello”, reclama.

samaniego
–¿Se han sobrepuesto los arquitectos a la situación económica?
–Todavía la estamos sufriendo. Somos una de las profesiones más dañadas y aún estamos en una actividad equivalente al 10% de los niveles del 2006. La caída ha sido terrorífica y ha afectado a todos: los mayores se han jubilado anticipadamente, los que rondan los 40 han visto cortado su crecimiento e inversiones y los recién titulados prácticamente no han podido ejercer.
–¿Hay brotes verdes?
–Sí, pero no aquí. Son muy puntuales y limitados a nueva vivienda o edificios parados que se retoman en Madrid, Costa del Sol, Baleares y Barcelona ciudad. En el COAR constatamos una mayor cifra de expedientes, pero todos muy pequeños porque los arquitectos ahora hacen portales, reforma de pisos…
–¿Es el principio de algo?
–Quiero creer que sí, pero aunque en lo macro los indicadores dicen que estamos mejor, a nivel “bolsillo” y de edificación no lo notamos. Además, en La Rioja el volumen de estocaje de viviendas es aún muy importante y calculo que hasta al menos un par de años no veremos aquí algún brote verde.
–¿Sería la concreción del Plan General de Logroño que todavía sigue en revisión un estímulo para la recuperación?
–Siempre he creído que los planes generales deben abordarse en los momentos en que hay menos actividad para poder planificar sosegadamente con visión de futuro. Aquí nos habíamos acostumbrado a planificar a un legislatura vista, y eso es un error. En Logroño, el Plan General se tiene que revisar para seguir haciendo ciudad, no para seguir ensanchando ciudad. Es decir: hay que “coser” algunas zonas que han quedado mal resueltas y volver a pensar en la ciudad de dentro. Hacerla más habitable, más digna. Contemplar rehabilitaciones de edificios, de zonas urbanas en vez de como antes, donde sólo se hablaba de vivienda y circulación y todo eran rotondas y planes parciales nuevos.
–La rehabilitación es precisamente uno de los puntales por los que apostaba el Plan Vivienda.
–En realidad siempre lo ha sido, pero supongo que por una cuestión cultural aquí se rehabilita muy poco la ropa, los muebles, los pisos y no digamos ya las ciudades. Esa inclinación por hacer tábula rasa en favor de lo nuevo porque se presupone “mejor” lleva a perder historia e identidad, aunque luego resulta que los barrios nuevos de hace 20 años ya nos gustan poco. También hay que ser consciente de que la rehabilitación cuesta más que lo nuevo.
–Que todavía no se hayan convocado las ayudas a la rehabilitación del 2015 no favorece la situación.
–La Rioja tuvo el logro en el 2014 de hacer las modificaciones legislativas precisas para publicarlas a tiempo. Este año, sin tanta premura, se aguardaban para Semana Santa pero aún seguimos esperando. No digo que sean vitales, pero sí muy importantes en tanto que mueven dinero, ilusión y mucha mano de obra.
–¿Está el soterramiento condicionando en exceso el desarrollo futuro de Logroño?
–En el momento de vacas gordas se acometió el proyecto para suturar la ciudad. Ya está, enhorabuena, aunque no deja de ser una inversión ingente que tardará muchos años porque ya no es factible obtener el dinero que se calculaba. La clave está en hacer las cosas con previsión. Si hubiera sido así en su momento, los gestores se hubieran dado cuando que junto al río de agua que es el Ebro y parte la ciudad se creaba otro de hierro que era el ferrocarril. Y ahora que se intenta superar hay otro de hormigón que es la circunvalación. Para que no ocurra lo que ha pasado con el tren, habría que ir dando soluciones progresivas para sobrepasar la circunvalación para la ciudad, y no sólo para los coches.
–¿No resulta utópico cuando cada decisión sobre el tren es ahora motivo de fricción entre los partidos?
–Son problemas urbanos que se politizan mucho. Es muy fácil hacer demagogia sobre cuestiones que deben verse con mucha mayor perspectiva. Mi impresión es que las decisiones de ciudad las están tomando los políticos cuando quienes realmente saben de esa cuestión son los arquitectos y una ciudad no se puede planificar cada cuatro años como ocurre con las campañas electorales, sino a largo plazo.
–¿Deberían los vecinos tomar parte en esas decisiones?
–No soy partidario de los populismos. Y menos ahora, donde todos nos creemos con capacidad de pontificar sobre todo. Nadie llama a un carpintero para que le instale la luz ni a un electricista para ponerle el parqué. Ni al llegar a un hospital se le pregunta al enfermo cómo quieren que le operen. En la arquitectura de las ciudades habría que ser igual de sensatos y dar voz a quien más sabe de ello: los arquitectos.

 

Fotografía: Sonia Tercero


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