Rioja tiene el orgullo de ser la tierra con nombre de vino y Finlandia, el país sinónimo de Educación de calidad. ¿Conoce usted en qué consiste el laureado modelo finlandés más allá de un par de brochazos naif y los lugares comunes que la clase política invoca cada vez que clama por un pacto que nunca fragua? Inger Enkvist, sí. Y de primera mano. La ensayista y pedagoga sueca ha resumido esta semana en Logroño sus virtudes en las muy castizas ‘tres bes’. La ensañanza allí es buena, ya que sus resultados son óptimos; barata porque prevé menos clases pero concentradas; y bonita en tanto que desde la globalidad articula mecanismos para ayudar a los estudiantes rezagados y estimular a los brillantes. Según explica Enkvist y contra lo que pudiera parecer en una sociedad española que siempre reclama más dinero como solución a todos los males, el éxito finlandés no está directamente asociado al presupuesto dedicado a las aulas. La clave para llegar a extrapolar aquel modelo radica en una fuerte inversión. Pero no económica como se acostumbra a traducir, sino de energía. Un esfuerzo unívoco que empieza en la selección y reconocimiento del profesorado entre los mejores profesionales –la espina dorsal del andamio y antídoto a debates fatuos sobre los deberes o la extensión con calzador del bilingüismo– y se prolonga en la total implicación de los alumnos y sus familias. Como condensa Enkvist con una cálida frialdad nórdica: recuperar la fe que España tuvo alguna vez en su Educación.
Fotografía: Miguel Herreros