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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

El último vagón

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En los años 20 y 30 del siglo pasado, el Gobierno de México recurrió a un peculiar sistema para atender la educación de los hijos de los trabajadores del ferrocarril y agricultores en las zonas más desfavorecidas e intrincadas. Las escuelas se instalaron en rudimentarios vagones varados en lugares remotos y la falta de medios fue suplida por el entusiasmo de maestros tan comprometidos con un alumnado sin recursos como anónimos para el resto del mundo. El último de aquellos vagones es el eje sobre el que gira la última novela de la barcelonesa Ángeles Doñate. O más bien, el desenlace de la decisión por parte de las autoridades de clausurar el aula denominada Escuela Artículo 123 ‘Malinalli Tenepatl’ en la que ejerce Ernesto, un maestro ya anciano y casi ciego cuya figura encarna también el de la resistencia a finiquitar una etapa y un modelo de vida.

Doñate recurre para su propósito literario al relato en un doble plano. Por un lado, el de la historia de Ikal, un niño de once años e hijo de uno de los obreros ferroviarios que junto al resto de sus compañeros vislumbra a través de su profesor el universo que la selva y la pobreza les niega. Las riendas del otro hilo conductor quedan en manos de Hugo Valenzuela, el prometedor inspector sobre quien recae la última palabra sobre ‘Malinalli Tenepatl’ enfrentado al dilema de obedecer a su instinto (y las promesas de ascenso) o avalar la clausura de la escuela-vagón tras la cual hay tejida una soterrada red de intereses económicos, inmobiliarios y hasta de prestigio social del país.

Alrededor de Ikal y Hugo Valenzuela se proyecta otro puñado de personajes tantas veces olvidados que imprimen una pátina de intriga a un libro que ya desde las primeras páginas revela su intención de fondo: el alegato de valores universales que transcienden el escenario escogido para ubicar la historia como la amistad sin filtros, la fidelidad a principios humanos innegociables, el reconocimiento de las raíces que cimentan la identidad. Doñate no escribe de oídas. Su relato es fruto de la experiencia vivida en los últimos años como participante activa en diferentes proyectos sociales por toda América Latina en los que ha cosechado los perfiles, situaciones, conflictos y emociones que le han servido para construir su narración. La razón seguramente por la cual ‘El último vagón’ logra transpirar una generosa carga de verdad a través de la ficción, con un tampoco velado homenaje a la educación pública en general y a los maestros vocacionales en particular en cualquier parte de planeta.

Tras su debú (en coautoría) con ‘La sonrisa de un perro’, la proyección literaria de Ángeles Doñate tomó velocidad con ‘El invierno que tomamos cartas en el asunto’ y ‘El alma de la radio’. ‘El último vagón’ confirma que su carrera es de fondo y la meta, girar el foco hacia donde pocos miran.


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