Las noches que el yayo Tasio cena más de lo debido le cuesta un mundo dormir. Y lo peor es que, cuando por fin cae rendido, le amordaza la pesadilla de siempre. En su sueño, el abuelo vive en una tierra mejor que la media. El cielo es de un azul radiante, los pájaros trinan y la felicidad inunda su cerebro en reposo. La escena se quiebra de la misma manera. De pronto, una multinacional que lleva años alimentando ese estado de confort anuncia que echa la verja. La noticia pilla a todos de sorpresa y el sueño sigue una secuencia idéntica. Los trabajadores se indignan aún incrédulos, sus representantes se movilizan, la administración anuncia medidas de fuerza y se genera un frente un común que alcanza a las más altas esferas para exigir que la empresa mantenga su actividad. El yayo sigue confiando en que aquello es reversible. Un mal sueño dentro de su propio sueño que se evaporará en cuanto amanezca. En ese estadio onírico, cunde la prosopopeya y todos empiezan a reclamar a la multinacional lealtad, solidaridad o compromiso, como si fuera un ser humano en vez de una máquina sin sentimientos diseñada para ganar dinero. Lo único que varía en la pesadilla recurrente de Tasio es el nombre de la firma. Unas veces se llama Electrolux. Otras LEAR. Hoy Altadis. Tasio se despierta de pronto como un resorte. Está agitadísimo, el corazón le late aceleradísimo, la almohada está empapada. Cree que está sudando, pero las gotas son en realidad lágrimas de pena.
Fotografía: Sonia Tercero