Le presumo al corriente de esa cosa bautizada antes de nacer como ecociudad. Si no es así o, más difícil de creer todavía, ha conseguido esquivar los cientos de informaciones que este mismo periódico ha ido publicando al respecto, le indico en un par de brochazos que se trata de un proyecto apadrinado por el Gobierno regional para construir unas 3.000 viviendas en el monte El Corvo. La mayoría serán de protección oficial y todo el entramado está rodeado de una aureola de buenismo medioambiental, placas solares, mantenimiento sostenible y contenedores de colores. El Ayuntamiento logroñés se opone frontalmente por la intromisión en sus competencias y la ubicación en un suelo que no corresponde a tal fin.

Como podrá imaginar cuando de administraciones de diferente signo se trata y el ladrillo anda por medio, en todo ello subyacen intereses que exceden lo urbanístico y obvian al ciudadano. No le aburriré por ese lado. Lo más llamativo es cómo cada cuál se carga de razones. Las dos partes han exhibido sendos informes avalando sus respectivas posturas. Los dos están elaborados por catedráticos de reconocido prestigio; los dos son inapelables; los dos enarbolan la normativa vigente; y los dos… difieren en su conclusión. El encargado por el Consistorio asegura que es ilegal;el solicitado por la Comunidad lo juzga legal.

Como en las encuestas preelectorales y otros estudios de futuro, también aquí se aplica la frase pronunciada esta semana en Valencia por Francisco Camps y que merece un puesto de honor en los anales de la dialética: «Yo me pago mis trajes». Los demás, también. Sobre todo si son a medida.

FOTO: Juan Carlos Cárdenas (EFE)