Lo acaba de decir la Defensora del Pueblo, pero lo comprueba cualquiera simplemente con asomarse al patio de las escuelas de Logroño: la distribución de inmigrantes en los diferentes centros está cocinando guetos educativos de difícil digestión.
La línea imaginaria que separa los concertados y los públicos se ha convertido ya en una sima, y hasta el 62% de los alumnos extranjeros se concentra en las aulas laicas. El dato, elocuente en sí mismo, llama aún más la atención acercando la lupa a la estadística. De los 14 concertados, sólo dos (Los Boscos y Adoratrices) aglutinan a casi la mitad de los estudiantes inmigrantes de este grupo con casos destacados como el de Maristas o Alcaste, donde los niños de otro color se han convertido en una anécdota exótica. ¿Dónde queda la cacareada integración? ¿Qué hay de la presunta igualdad que debe salvaguardar la administración? ¿Alguien se cree a estas alturas que existen las mismas posibilidades para elegir el colegio deseado si la familia no puede pagar ciertas actividades de voluntariedad obligatoria, desgastes de patio, uniformes de colores, etcétera?
Hasta que no se estipulen cuotas de reparto homogéneo, se ponga coto al fraude soterrado a la hora de empadronar al niño o algunos centros dejen de imponer sus particulares condiciones de acceso vía guarderías propias, la situación se perpetuará. Caballero de la Rosa, Navarrete el Mudo y San Francisco seguirán siendo un curso sí y otro también los menos demandados y con mayor ratio de inmigrantes, y otros conservarán su inmaculada y subvencionada exclusividad.
A todos, eso sí, les regalarán ahora el mismo ordenador portátil.
Foto: Justo Rodríguez