La clase media acostumbra a celebrar una efemérides tan emblemática como supone cumplir 50 años por todo lo alto, organizando una fiesta sorpresa o regalándose un viaje de lujo que les permita disfrutar como un rey. El Rey, por el contrario, ha conmemorado su medio siglo de vida anhelando rebajarse a ser clase media. Para subrayarlo, Zarzuela ha distribuido un vídeo donde condensa un día cualquiera de Felipe VI engarzando un puñado de escenas presuntamente cotidianas. No se sabe si de forma intencionada para reforzar el mensaje o solo por la impericia del realizador, las imágenes destilan una soberana zafiedad. La iluminación es lúgubre y el sonido deficiente, el zoom se vuelve loco, las transiciones están ensambladas a la brava y como en aquellas míticas películas de Jess Franco de bajo presupuesto e ínfulas vanguardistas, la cámara queda congela de pronto unos segundos en algún elemento ajeno a la trama. Las bombillas de la lámpara del techo, un peluche disfrazado con un chubasquero a la entrada del palacio… Y todo, mientras no dejan de escucharse de fondo, hasta en los planos íntimos, los flashes de los fotógrafos que pululan alrededor. Los actores siguen el mismo patrón. Mantienen conversaciones banales aparentando que nadie les mira –«¿te acuerdas a qué hora tienes el examen de Natu»?– y a fuerza de simular naturalidad no pueden resultar más acartonados. El guionista ha olvidado informarles de que, por más que traten de impostarlo, habitan en una burbuja distante que está obligada a pagar la clase media.