Este año arranca tan mal como acabó el anterior. No hay más que mirar al calendario. El que acaba de editar el Ayuntamiento de Logroño, digo. Mientras el interés del mundo gira en un sentido, aquí el debate ideológico va en el contrario y la polémica vuelve a posarse en algo tan banal como un almanaque. Un puñado de hojas con fotos, doce meses y 365 números en los que se destacan las festividades de diversas asociaciones e instituciones como guiño a las colectividades que integran un Logroño plural.
La omisión en el subrayado de citas santas como Reyes o El Pilar ha sido la excusa para levantar contra el Consistorio un insólito andamio de críticas donde la política ha encontrado el peor amigo de viaje: la religión. Como quien observa puerilmente en los papas noeles que cuelgan de los balcones una usurpación de los valores que acarrean Melchor, Gaspar y Baltasar, la oposición ha aprovechado para entrever en las ausencias del calendario en cuestión y la inclusión de fiestas propiamente musulmanas un ataque frontal contra la simbología católica, un caballo de Troya de las hordas ateas.
¿Alguien puede juzgar ofensivo lo que a lo sumo podría considerarse un error inocuo? ¿Dejará de celebrarse el 12 de octubre porque un calendario de provincias no lo destaque? ¿También es cómplice de esa presunta estrategia laicista la Asociación Riojana de Osteoporosis porque el día mundial que recuerda esta patología también aparece en el alamanaque? Sólo cabe pasar página. También la del calendario