Cuando Santiago Sufrategui se embarcó en la aventura de disputar a Aldama la candidatura del PSOE en La Rioja tenía en mente algo más que lograr los avales necesarios para forzar las primarias. Su objetivo era superar lo más ampliamente ese mínimo, porque intuía de antemano que en el recuento le echarían por tierra varios de ellos. Su premonición se ha cumplido. Y también la de algún periódico nacional que descartaba con antelación y desde la distancia que tal posibilidad cuajase, compartiendo así los designios de Ferraz.
A falta de que la cúpula socialista aporte más detalles sobre la contabilización de esos apoyos atendiendo a un inexcusable espíritu de transparencia de puertas adentro y también frente a la sociedad riojana en general -¿qué garantías aporta la propia Comisión de Garantías?, ¿quién la compone?, ¿dónde está el censo que se aportó como bueno?- y a la espera de una virtual reclamación, la opción de Sufrategui parece enterrada. Su rostro no será el que ocupe los carteles del PSOE para las próximas elecciones y, si sigue fiel a las premisas que le han llevado a este punto, el abogado logroñés saldrá de escena haciendo que el guión escrito no necesite ningún retoque.
Pero el nuevo escenario no podrá ser una anécdota en el camino hacia los comicios del 22-M. Los más de 200 respaldos cosechados por Sufrategui deben hacer al partido analizar cuál es la intensidad de la corriente interna que fluye dentro de la formación. Cómo un militante al que desde el aparato se le ha achacado una y otra vez peyorativamente que era un desconocido -¿cuántos conocían hace diez años a aquel concejal de Herce que ahora es el líder del partido?- ha podido despertar entre mucho más que un puñado de acólitos la sensación de que otro camino es posible. Pero sobre todo, el proceso abierto, y en especial cómo se ha cerrado por el momento, añadirá un argumento más al libro de recetas del PP para cocinar su campaña electoral sin exprimir lo que al menos se ha conseguido en Madrid con el duelo Tomás Gómez-Trinidad Jiménez: que el foco de atención se aparte por unas semanas de la onminpresente Esperanza Aguirre.
Lo que Pedro Sanz no necesitará es borrar ese párrafo de su discurso de la última década donde dice estar encantado de que Aldama sea su rival para conseguir la mayoría absoluta. Una más.