Así como en el caso de la lista municipal de Logroño la principal novedad fue la presencia de nuevos nombres de relumbrón con Titín a la cabeza, en el de la candidatura autonómica del PP la noticia está en las ausencias.
Aránzazu Vallejo, la que ha sido durante más de 15 años la alter ego de Pedro Sanz, su mano derecha, una de las pocas personas incrustadas en el hermético núcleo político-personal de Pedro Sanz, desaparece. La oposición no perderá el tiempo en hacer una lectura en clave de fuerza: por fin Sanz ha cedido a la presiones; por fin ha admitido que el lastre que suponían los turbios asuntos en los que estaba involucrado el nombre de la vicepresidenta ha sido demasiado pesado. Al margen de cómo gestione el factótum del PP estos argumentos que ya asume que le caerán encima después del zafarrancho ‘todos contra Sanz’ entonado por PSOE, PR y hasta Ciudadanos de Logroño (¿será ella la cabeza de lista al Congreso de los Diputados en las elecciones del próximo año?), su sustución en el número ‘2’ por Carlos Cuevas deja al menos más claro cuál es la previsión sucesoria a medio plazo. Ni Emilio del Río ni Conrado Escobar ni la tachada de la lista Vallejo. El llamado a continuar su legado cuando algún día abancone el Palacete será Cuevas.
Pese a su relativa juventud, el secretario general de los populares ha acumulado durante los últimos años potestades inusitadas en una estructura en la Sanz es del gusto de repartir juego para no crear envidias ni incentivar egos. Senador autonómico, portavoz parlamentario y altavoz de Sanz dentro y fuera del partido, Cuevas cuenta con un especial plus para ganar la carrera sucesoria: una comunión absoluta no ya con la ideología de su maestro, sino con sus formas. El delfín del cabeza de lista de los populares no será un tecnócrata ni un advenedizo, sino un discípulo que ha pasado de la última fila de la clase al puesto preferente junto al de Igea.
Del resto de la candidtatura llama también poderasamente la atención la presencia de Pedro Sáez Rojo una vez incluído también como escudero de Gamarra, y la confirmación del peso específico que adquiere la alcaldesa de Ribrafecha, Ana Lourdes González, en el número 5. Un apartado en el que también destacan la vuelta a la escena política del ex diputado nacional Félix Vadillo y la desconocida hasta ahora efervescencia política del también sorpresivo nuevo director del IER.
Pero, como digo, el apartado de las ausencias es del que más jugo se extrae. Y ahí descuella la marcha de dos nombres propios. La del fajador José Miguel Crespo que tras dejar el cargo de presidente de la Federación Riojana de Municipios ha ido paulatinamente perdiendo responsabilidades, y la de un Alberto Olarte que, junto al socialista Pablo Rubio, ostentaba la condición de diputado más veterano del hemiciclo.