Los caramelos revenidos con las siglas del partido en el envoltorio forman parte del pasado. La parte más tibia de la parroquia mitinera que se acerca a escuchar al líder de turno ya no lo acude para volverse luego a casa con los bolsillos atiborrados de bolis, pegatinas, globitos, pay-pays y hasta condones rescatados de alguna campaña caducada del Ministerio de Sanidad.
El marketing electoral avanza, y todo es poco para demostrar estar a la vanguardia de la originalidad. En esa carrera, el PSOE ofrece en la mesa instalada a la entrada de cada mitin una cuca bolsita que contiene un puñado de tierra con varios bulbos que, según se explica en el manual de instrucciones, contienen tréboles de cuatro hojas como símbolo de la suerte posible. Una metáfora llena de lirismo, aunque un poco estandarizada, de cómo la fortuna también se puede sembrar.
Pero en lo que de verdad creen los partidos es en algo más científico como las encuestas. Por mucho que desgasten los tópicos (los sondeos son una imagen fija de una realidad en movimiento, la verdadera encuesta es la de las urnas, ya se saben quien ha pagado éste o aquél estudio…) siguen siendo un termómetro fidedigno de cómo respira la gente. Socialistas y populares acaban de deleitarnos con dos encuestas que dicen lo contrario en Logroño según las interprete. Ejercicios de posibilismos en los que el campeón absoluto es Aldama, que recuerda en cada ocasión cómo en cada nuevo sondeo sus opciones aumentan (de los 12 diputados que le concedía el CIS a los 13-14 que le otorga Diario LA RIOJA), aunque siempre por debajo de la mayoría absoluta. Sin embargo tampoco eso es obstáculo para derretir la esperanza. “Todos los sondeos nos han dado históricamente uno, dos y hasta tres escaños menos de los que al final hemos conseguido”, recordó ayer en Navarrete para concluir que, de ser así, el trono de Sanz está tambaleándose.
Por si acaso, la caravana electoral del PSOE sigue plantando tréboles allá por donde pasa.