¿Conoce cuál es su IMC? Pues debería. Está de moda. Los organizadores de la Pasarela Cibeles de Madrid han recurrido a este parámetro nutricional para evitar que desfilen por este escaparate modelos extremadamente delgadas.
Las siglas del omnipresente IMC corresponden al Indice de Masa Corporal, que se calcula dividiendo el peso en kilos de una persona por su altura al cuadrado. Si el ratio resultante se sitúa más o menos entre el 18 y el 25, la persona en cuestión tiene una apariencia saludable. Por debajo roza la anorexia, y por encima se acerca a la obesidad.
Yo mismo, sin ir más lejos, podría participar en Cibeles y estoy, según esta fórmula matemática, en el vagón de los sanos. No importa que fume más de lo debido, que me duelan las rodillas los días que cambia el astro o que desluzca el vestido más glamuroso del planeta con mi andar desgarbado. Son detalles accesorios. El meollo de la medida impuesta por Cibeles y que a partir de ahora parecen querer extender otras pasarelas internacionales como Milán o Londres está en poner coto a esas figuras cadavéricas sin tetas ni alma que, queriendo o no, se convierten en el espejo donde se miran miles adolescentes de todo el mundo.
Aunque mejorable, la decisión resulta más que lógica: si muchos siguen lo que hace uno, ese uno debería responder a un patrón más o menos cabal.
Y en cuestión de dar ejemplos, la clase política que copa a diario las portadas y convierte sus mensajes en biblia para cientos de seguidores tiene mucho que dar. También a ellos habría que aplicar un parámetro similar al de las modelos. Un IMC que midiese, en este caso, el Índice de Masa Cerebral y que se calcula dividiendo el argumentario de cada partido por las veces que un político es capaz de sostener los insostenible al cuadrado. Intuyo que muchos se verán anémicos de ideas y otros tendrán sobrepeso de odio. A alguno le tocará desfilar tras las elecciones.