Esta película ya la he visto antes. El protagonista es una multinacional con aires de galán que aterriza en La Rioja exhibiendo músculo y ofreciendo un porrón de empleos. Las autoridades, extasiadas, caen fulminadas ante sus encantos. Le conceden ayudas, se hacen fotos ante a la nueva planta, aprenden a hablar inglés para entenderse con los nuevos directivos, se colocan medallas en la pechera de los méritos. En la primera parte del metraje, todo es felicidad. La planta chuta como cohete, cientos de parados encuentran trabajo y se repiten las promesas de mantenimiento de la actividad porque se han firmado más contratos.
El punto de inflexión llega con alguna crisis real o forzada. Entonces aparecen la presión de los mercados asiáticos y los costes insoportables. El balance que al principio del film era vigoroso de pronto se queda mustio, y llegan crípticos mensajes de la cúpula desde lugares ignotos –unas veces Michigan, otras Estocolmo…– anunciando el cierre irremediable. Hay una trama paralela en la que los sindicatos braman y se reúnen con el Ministerio de Industria, que indefectiblemente garantiza que no permitirá la fuga. Incluso caben audaces giros de guión con la virtual llegada de nuevas compañías de la mano de secundarios como Henry Forero o el Señor Jason. Sin embargo, el final es invariable. Más de 500 trabajadores a la calle en el caso de Electrolux o 300 en LEAR. Todos acaban en casa viendo una y otra vez ‘Los lunes al sol’.
Fotografía: Enrique del Río