Cuando después de tres derrotas consecutivas por mayoría absoluta frente al PP Francisco Martínez Aldama consiguió garantizar su futuro haciéndose con la principal plaza de candidato al Senado en un peculiar proceso interno, ya sólo le quedaba enfrentarse a un último obstáculo para alcanzar su meta el 20-N: la Ley Electoral. La normativa incluye numerosos costurones, y uno de ellos es la imposibilidad de presentar más de tres candidatos por partido a la Cámara Alta en La Rioja, donde se dirimen cuatro escaños. O en otras palabras: nunca una formación podrá copar todos los puestos al Senado en la comunidad autónoma.
Así ha ocurrido históricamente. Los tres candidatos del PP han venido ganando cada elección su acta en el Senado, y la otra ha recaído por una regla de mayorías en el PSOE. Eso sí, cuando tenía a José Ignacio Pérez como aspirante, se veía obligado a rebuscar en el diccionario más que en la valía de los militantes para ajustarse a la norma que obligaba a ordenar a los candidatos por orden alfabético y hacer que le acompañaran por debajo en la lista alguna Rojas o alguna Seoane.
Esta vez, con la anulación de tal requisito, Aldama no ha tenido que hacer cabriolas para destacarse sobre Elisa Garrido y Juan Antonio Urbina. Sin embargo, sus opciones de victoria han batallado hasta el último aliento con otra de las peculiaridades de la Ley Electoral: las listas abiertas que abren la posibilidad de marcar con una X el/los candidato/s preferidos al Senado. Ese escenario ha convertido a Elisa Garrido en la gran protagonista de unas elecciones en las que el PSOE llegaba derrotado de antemano a pesar de que su visibilidad (seguramente de forma intencionada) ha sido mínima.
En la principal plaza electoral riojana como es Logroño, se impuso al todavía secretario general por 22.053 papeletas frente a 21.890 y durante el primer tramo del escrutinio general ella fue virtualmente la senadora socialista por La Rioja. ¿Cómo es posible que una modesta concejala de Calahorra gane al máximo líder del partido? El caso es sólo comparable al de pequeños municipios como Jalón de Cameros o Herce. En la primera, donde el PP arrasó con el 100% de los 17 votos al Congreso, Pagola obtuvo 17 escrutinios al Senado, y Bretón y Mendiola 15 y 5, respectivamente y Garrido….¡¡¡14!!! por ninguno de los otros dos aspirantes del PSOE. En el extremo opuesto, en la localidad natal de Martínez Aldama el voto socialista no se formuló ni mucho menos en bloque. El senador electo cosechó el 54% de las papeletas (141) y su compañera de candidatura se quedó en ¡¡¡menos de la mitad!!! con el 26,15% (68).
La letra pequeña de los resultados arroja así al menos dos conclusiones: un buen puñado de votantes (del PP por hostilidad hacia Aldama, pero también dentro del PSOE por disconformidad con su secretario general) han intentado frenar la salida del líder socialista a Madrid, y el entorno de éste, a su vez, ha tratado de desactivar esa vía restando votos al resto de los candidatos socialistas. ¿Retorcido? Sólo democrático. Una puerta abierta a la reflexión del miedo que generan las cacareadas listas abiertas y cuánto valen unas siglas según quién las represente.