El aeropuerto de Agoncillo acaba de caer en la red del recorte. Y lo ha hecho como ha sucedido con el resto de las presas atrapadas por el mismo cepo: con un anuncio previo, esta vez por parte de Aena, de que se limitarán sus posibilidades y que suena a un preludio de defunción. Un escenario que ha pasado, apenas sin pestañear, de implementar el ILS y la ampliación de la pista para atraer a las compañías de bajo coste a constreñir su actividad a unas poquitas horas semanales que minimice el gasto y una plantilla sobredimensionada. ¿Se contabilizará en ese listado todos los viajes que salen tarde de Madrid y acaban aterrizando a las tantas en Vitoria o Pamplona porque la torre de Logroño ya está cerrada?
La diferencia entre el aeródromo riojano y el resto de las infraestructuras/servicios jibarizados en La Rioja es que en esta ocasión no habrá protestas en la calle. Nada apunta a que los pasajeros salgan a la Gran Vía con una pancarta reclamando que el único vuelo a la capital siga operativo. Parece improbable que la ciudadanía se rebele contra los planes del Gobierno. Que una miríada clame ante el Palacete o la Delegación a favor de un aeródromo que el año pasado apenas utiilzaron 17.800 pasajeros.
Y es que, la sensación entre el común de los mortales es que, además de prescindible, el aeropuerto es un artículo de lujo en tiempos de crisis. No parece razonable que cuando el déficit aprieta y Agoncillo acumula ya una deuda de 70 millones de euros se siga defendiendo la idoneidad de mantenerlo en las actuales condiciones. Y menos aún, ante la constante exigencia al ciudadano de mirar sus gastos. Como reconocerlo sería un síntoma de debilidad, Pedro Sanz sigue manteniendo a ultranza el discurso de que el agujero es asumible y la infraestructura necesaria. “Tampoco sería bueno poner en cuestión el autobús hasta Canales”, ha afirmado en unas recientes declaraciones equiparando con más o menos fortuna el avión que usan unos pocos con otro transporte al que tampoco recurren muchos pero que, como diferencia, vertebra el territorio.
Todo parece indicar que el aeropuerto tiene los días contados. El anuncio de Aena es el síntoma más evidente. Pero también las diferentes maneras en que se han conocido los vuelos chárter de este verano. El año anterior, la mismísima directora general de Turismo anunció junto a la mayorista la oferta de vuelos a Canarias y las Islas Baleares. La cancelación entonces de los primeros por falta de demanda ha quitado las ganas a las autoridades de ver ahora su imagen junto a unos vuelos que, nunca mejor dicho, cada día están más en el aire.
Fotografía: Justo Rodríguez