Cuando Pedro Sanz viaja a Madrid su voz suena distinta. En la capital, a cientos de kilómetros de Logroño, vocaliza las frases con limpieza. Apenas eleva el tono, elude el tic de frotarse las manos para amasar sus ideas. No se deja llevar por las analogías sobre la tierra y el alma, ni tampoco pierde el tiempo en agravios a la oposición ni insiste en nada mejor que la media.
En la capital sabe quien le escucha. Es consciente de que sus palabras se entienden poco en clave doméstica y mucho en un contexto nacional. Y como en el caso de la conferencia ofrecida en el Ritz, también habla hacia dentro del partido al que pertenece, que el martes apretó la maquinaria para copar el abigarrado salón del mítico hotel con ministros, consejeros ejecutivos y otras figuras de postín entre las que sólo faltó su presentador la anterior ocasión que pisó el mismo recinto: Mariano Rajoy.
En ese viaje que atraviesa Burgos acostumbra a meter en la maleta un discurso territorial. Un poco harto de que todos los titulares se los lleven Patxi López (ahora Urkullu) y Artur Mas, el presidente riojano reclamó ante el público que tomaba zumo de naranja recién exprimido y bocatitas de salmón con rodajas de pepino un protagonismo compartido. Que La Rioja se escuche en igualdad de condiciones, oiga, y que no siempre tenga que ganarse las portadas de los principales periódicos por conflictos sanitarios o conferencias de presidentes.
Por esa inflamación que provoca hablar ante una concurrencia de relumbrón en vez de a los mismos oídos de todos los días, Pedro Sanz se atreve a adentrarse a terrenos infrecuentados como la Ley Electoral que animó a modificar. Pero no en el sentido de rebajar el límite para tener representación del 5% al 3% como muchos exigen para garantizar una representatividad real, sino para establecer una segunda vuelta que dé el gobierno a la lista más votada. Sin pactos, sin hipotecas con los nacionalistas, a pelo. Incluso se atrevió a desear algo que chirría para sus lectores habituales: el bien para la oposición. “Necesitamos un PSOE fuerte”, clamó sin inmutarse. Seguramente para seguir repartiendo el pastel electoral entre los dos grandes partidos y cortar el camino de los minoritarios que pujan cada vez con más fuerza ante las fuerzas tradicionales.
Justo el día después en que abogó en Logroño por “normalizar” las relaciones institucionales con el País Vasco tras el 21O con el nuevo lehendakari, Sanz volvió a acordarse de los vecinos en el Ritz: “Parece que en España sólo hay vascos y catalanes y los demás no pintamos nada”. Los actores de la vida política y otros de la pantalla, como Pepe Viyuela, ni siquiera pestañearon.
Fotografía: Newsphotopress