Alejado hace años de la vanguardia política, Javier Sáenz Cosculluela (Logroño, 1944), sigue refiriéndose al PSOE en primera persona del plural. Ministro de Obras Públicas con Felipe González durante tres legislaturas y diputado nacional de 1977 a 1996, el abogado riojano afincado en Madrid recala en su ciudad natal para participar en los Foros Socialistas de Otoño con los resultados electorales de Galicia y el País Vasco y la marejada interna del partido como telón de fondo.
-¿Qué le pasa al PSOE?
-Hemos perdido muchísima representatividad y la capacidad de estructurar en toda España un discurso territorial. El PSOE tiene, por lo tanto, que revisar su pasado reciente para poder enfocar el futuro de forma que nos permita de nuevo ser la alternativa. A veces se incurre en estas situaciones, pero es posible superarlo, aunque es cierto que va a ser muy complicado.
-¿Es cuestión de personas, de proyecto, de modelo, de ideología…?
-De todo ello. Incluso de metodología. El PSOE debe revisar su pasado reciente y actualizar todos los esquemas de comportamiento, recuperar una forma de liderar la sociedad con personas que vivan para la política, no de la política. El PSOE ha representado históricamente de forma más cualificada que otros a los trabajadores, a las clases medias progresistas, laicas y tolerantes… Hay que ver con serenidad todo lo que se ha hecho mal hasta acumular un desgaste en el que, en mi opinión, ha contribuido mucho el Gobierno de Zapatero. Y no sólo en los dos años de la crisis, sino con muchas acciones y posturas previas.
-Un Gobierno y un modelo participado por el mismo Rubalcaba que ahora lidera la formación.
-No se trata de defenestrar a nadie sino de empezar a generar una dinámica distinta. Y lo más urgente es la revisión del modelo de designación de sus candidatos. No es tema de primarias cerradas, que no vale para nada. Hay que permitir a la sociedad participar en este proceso, que influya en la determinación de nuestros cargos. Senadores, concejales, alcaldes, diputados? todo eso es un magma de personas que hasta ahora se seleccionaban por procedimientos internos y que habría que indicar a la sociedad: señores, dígannos cuáles quieren, quiénes creen que son los mejores.
-¿Ha caído el PSOE en el apoltronamiento, en la defensa del statu quo del partido?
-La transición ha ido evolucionando hacia un modelo de representantes políticos que tienen un fuerte contenido funcionarial, de trabajo estable y, por lo tanto, de pérdida de pasión. Esas sinergias pasan en todos los partidos, no sólo en el PSOE, pero en nuestro caso es especialmente grave por lo que representamos. No estoy hablando de hacerse el harakiri, pero sí de revisar qué ha pasado en ocho años para llegar hasta donde hoy estamos.
-Se echa en falta una mínima dosis autocrítica en los dirigentes.
-Es evidente. No es que la gente no crea ya en el PSOE como partido, es que ha dejado de creer en las instituciones. El Parlamento, por ejemplo, es hoy un ente sin la más mínima fuerza política que nada tiene que ver con el de Alemania o EEUU. Urge recuperar esa vitalidad, pero para ello hay que arreglar en primer lugar tu propia casa.
-¿No da que pensar que caigan los apoyos socialistas mientras emergen los movimientos sociales y el 15M llena plazas y calles?
-El PSOE debe esforzarse por aglutinar no a esos colectivos, sino a la gente que está detrás de ellos. Tiene que hacer lo necesario para representarles en las instituciones con vigor y que ellos lo sientan así.
-¿Añora la época de Felipe González?
-Más que a las personas, añoro las actitudes que caracterizaban aquella generación política de la transición que hizo la primera gran transformación social en la década socialista. Los valores que sustentábamos, el modo de trabajar… Era un PSOE más participativo que el actual y, sobre todo, más lleno de tensión y pasión política.
Fotografía: Juan Marín
Felipe González y Javier Sáenz Cosculluela durante un mitin ofrecido en La Rioja en la campaña electoral de mayo de 1993