Cinco años después de publicar ‘Los muertos’, el escritor tarraconense Jorge Carrión da por concluida la saga que originó con esta novela. Y lo hace con un relato de título inequívocamente vinculatorio: ‘Los difuntos’, una precuela mitológica plasmada con dibujos steampunk de Celsius Pictor y publicada por Aristas Martínez. El también profesor de creación literaria nos habla de esta colaboración, la importancia de la curiosidad y su próximo libro, que reconoce como el más ambicioso.
– ¿Cómo comenzaste a escribir?
He escrito siempre y, lo que es más importante, creo que siempre he mirado como un escritor. Desde niño todo me ha interesado: durante años, a través de mi microscopio, la enciclopedia que con mucho esfuerzo y por fascículos me compraron mis padres, mi colección de minerales o mi colección de sellos, más que saberes dispersos, fui acumulando curiosidad. Tal vez sea la base sobre la que un escritor puede construir algo.
– El relato de ‘Los difuntos’ nace (ficticiamente) en un taller de escritura colectiva coordinado por ti, ¿qué ventajas crees que tiene esta forma de creación literaria?
En ‘Los difuntos’ me invento ese taller de escritura creativa para así revelar, desde el principio, que se trata de la transcripción o la traducción, al código literario, de una serie de televisión. Es exactamente el mecanismo inverso del que utilizo en ‘Los muertos’. Yo sí creo, por otro lado, que la literatura se puede enseñar: con un buen maestro uno puede aprender tanto a leer como a escribir mejor. Se puede tener un gran talento natural para la música, pero es difícil encontrar casos de grandes músicos que no hayan pasado en algún momento de sus vidas por lecciones privadas o por un conservatorio. En el Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra partimos de esa idea y tratamos de enseñar a nuestros alumnos muchos caminos, para que de la combinación de varios de ellos surja el propio.
“Se puede tener un gran talento natural para la música, pero es difícil encontrar casos de grandes músicos que no hayan pasado en algún momento de sus vidas por lecciones privadas o por un conservatorio”
– ¿Por qué decidiste plasmar el relato de ‘Los difuntos’ con estética steampunk?
En ‘Los difuntos’ imagino cómo era Nueva York cien años antes de ‘Los muertos’. Como en esta otra novela la estética es aproximadamente cyberpunk, decidí que lo más coherente sería escribir su precuela como steampunk. Pero la época también me permitía añadir tanto cierto aire de western como la filosofía de finales del siglo XIX.
– ¿Has basado la historia del relato en leyendas o mitos concretos?, si es así, ¿en cuáles?
Por supuesto: está el pensamiento de Nietzsche, lo apolíneo y lo dionisíaco, el súperhombre; también está el imaginario de la época, tanto el dickensiano como el fantástico; pero sobre todo me interesaba pensar otras facetas del poliedro que creé en ‘Los muertos’: cómo es nuestra relación con los personajes de ficción, ¿son los personajes de los libros de filosofía también ficciones? ¿Dónde termina el ensayo y comienza la novela?
– Personalmente, ¿ves algún mesías en el mundo actual?
No. Pero todavía hay quien se disfraza de esa retórica. Sobre todo en el campo político y en el de la tecnología. El “gurú tecnológico” es una reencarnación posmoderna del santón y del vidente de toda la vida, que te dice con mucha seguridad cómo va a ser el futuro y por supuesto se equivoca.
– ¿Has colaborado de alguna forma con el ilustrador Celsius Pictor en la elaboración de los dibujos del libro?
Hubo un diálogo con Celsius, pero también mucha libertad. Sólo intervine directamente en un par de ilustraciones. Él tiene una imaginación y una técnica portentosas, supo muy bien cómo revolucionar mi texto, como añadir matices y quilates con sus dibujos y collages.
– Con este relato, ¿das por concluida la saga de ‘Los muertos’?
Sí. Desde 2008 hasta 2012 escribí obsesivamente esos cuatro libros. Ese proyecto de ficción me dejó agotado: desde entonces no se me ha ocurrido ninguna otra idea o argumento que sólo pueda ser novela.
“Para ser un buen escritor hay que leer mucho y estudiar al tiempo que se lee”
– Eres profesor de literatura y escritura creativa, ¿qué lección crees que es más importante para ser un buen escritor?, ¿y para poder vivir de ello?
Para ser un buen escritor hay que leer mucho y estudiar al tiempo que se lee, para copiar, versionar, combinar los recursos de los maestros y tratar de llegar a un lenguaje propio. Para vivir de la literatura, que es otro tema, hay que vender muchos libros, de modo que lo más común es escribir también libros infantiles, novelas juveniles o sagas fantásticas. En mi opinión es mejor tener una profesión, como la docencia, la traducción o el periodismo, y escribir sólo aquellos libros que son necesarios… Al menos para uno mismo.
– También eres crítico literario, ¿cuál es el último libro que has leído y te ha gustado?, ¿qué tiene que tener un libro para entrar en esta categoría?
Me ha fascinado la apuesta que Rubén Martínez Giráldez hace en ‘Magistral’, una novela realmente radical, porque va a las raíces de la tradición, a Cervantes, para recordarnos que ser cervantino no sólo es ser metaliterario o irónico, sino tal vez sobre todo ser muy crítico. La suya es una novela crítica con la literatura actual, con las redes sociales, con el modo en que estamos ahora administrando las relaciones entre textos y personas. Invoca el magisterio de Antoine Volodine, un escritor francés que intenta resemantizar el francés desde el propio francés, escribiendo en una suerte de lengua extranjera. Rubén lo hace con el español, siguiendo la línea de Juan Goytisolo, en un texto muy duro y muy divertido y muy inteligente, que no te deja a salvo. Eso es lo máximo que se le puede pedir a la literatura, en una época en que parece ser que lo importa es que una novela “te enganche”.
– ¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy acabando mi próximo libro, un ensayo narrativo o una crónica que ensaya sobre mi ciudad. Es mi libro más ambicioso. Se titula ‘Barcelona. Libro de los pasajes’.