>

Blogs

Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Por puro egoísmo

Bill Gates visitaba hace unos días nuestro país para recoger el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 2006, por su “generosidad y filantropía ante los males que siguen asolando el mundo”. Gates ha donado en los últimos cinco años, a través de su Fundación, más de diez mil millones de dólares a programas de lucha contra enfermedades en las zonas más pobres del mundo. Además, está atrayendo a otras fortunas mundiales, que están aportando cifras que marean, para los programas de salud y educación de la Fundación.
 
Gates es uno de los exponentes del progreso tecnológico y del progreso moral. Porque hemos alcanzado un gran desarrollo tecnológico, un progreso como nunca la humanidad podía haber imaginado, pero nuestro progreso moral no está a la misma altura. ¿Qué es progresar moralmente? Es ayudar a los demás. Unos ponen dinero y otros ponen su tiempo. En la medida en que tenemos más tiempo libre, hay cada vez más personas que dedican su tiempo a la solidaridad, de forma voluntaria y desinteresada. En este sentido, me llama la atención que no tengamos un verbo en español para definir las actividades voluntarias desinteresadas (Rojas Marcos lo llama “voluntariar”).
 
Estamos hablando, además, de una cuestión incluso biológica, porque nuestro cerebro está más predispuesto hacia la bondad y el amor que hacia el egoísmo o la ira. Aunque la maldad goce de mayor prestigio intelectual y mediático, si la humanidad ha avanzado es por ese máximo grado de la inteligencia, que es, sin duda, la bondad.
 
La generosidad con los demás, ayudar, es una fuente de satisfacción que nos hace crecer como personas. La felicidad no es un estado, sino lo que acompaña a determinadas actividades; por eso hay que buscar esas actividades que nos hacen felices y, en efecto, hay una felicidad en dar, más que en recibir, en ayudar, más que en ser ayudado. Cuando uno practica la solidaridad con los demás o, sencillamente, hace un favor, se siente bien, es un buen antídoto contra la depresión, evita la envidia, aumenta la autoestima, contribuye a que nos sintamos socialmente más útiles y nos permite adaptarnos mejor por si vienen mal dadas.
 
Estos días he visto en la tele un anuncio de promoción del baloncesto, que resume todo esto: “Cuando un jugador anota una canasta, una persona es feliz. Cuando un base da una asistencia, dos personas son felices: sé un base”. Saca aunque sea un poco de tiempo a la semana para ayudar a los demás; o haz, si puedes, ese favor. Aunque sólo sea por puro egoísmo: te sentirás mejor.

Temas

Por Mayte CIRIZA

Sobre el autor