Los últimos estallidos de violencia en Alcorcón han ocupado todos los telediarios, con bandas violentas organizadas en las calles y tribus urbanas de jóvenes que han acabado enfrentándose con heridos graves de por medio. Uno de los artículos más vendidos en esa localidad madrileña han sido los bates de béisbol, y tan sólo el impresionante despliegue policial de este fin de semana ha impedido que la calle fuera de nuevo un campo de batalla.
Los ciudadanos que estos días han dejado oír su voz han denunciado la existencia cotidiana de violencia en las calles de su ciudad, que llegaba al punto de exigir, por parte de las bandas juveniles, el pago por el uso de instalaciones deportivas públicas. Lo primero que debemos hacer para poner freno a la violencia que cada día parece extenderse más por nuestra sociedad es reconocer su existencia y poner, después, medidas para eliminarla. Así se ha procedido con algunos tipos de violencia, como la “violencia de género” o la que impera en los colegios. De esto no son sólo responsables los políticos: algo tendrán que ver los padres, los centros educativos y la sociedad en general.
Lo preocupante del caso es que la violencia se va apoderando cada vez de más ámbitos de nuestras vidas, sin distinguir si son públicos o domésticos, familiares, laborales o de relaciones sociales. Una violencia que ha pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana a través de la televisión o de los videojuegos. De hecho, un estudio efectuado por la Universidad Europea de Madrid en 2005 ponía de manifiesto que el 75% de los jóvenes, especialmente los menores entre 14 y 17 años, acceden a la violencia a través de la televisión. Los canales se saltan sistemáticamente los horarios de protección al menor y los padres permiten que los hijos se traguen horas de basura mediática.
Se banaliza la violencia también en los videojuegos: casi el 60% de los menores admite jugar con videojuegos que consisten en dañar, torturar o matar a personasy, así, acaban viendo la violencia como una diversión.
Habrá que poner más policía, pero no basta con poner más policía. Habrá que trabajar socialmente mucho más contra la marginación, pero no basta con ello. Hay que, sobre todo, educar en cada familia, porque ahí se cuece todo. Hay que trabajar mucho más entre todos si queremos evitar tanta violencia en nuestra sociedad, de género o sin género.