“Su hijo nunca llegará a concentrarse en algo”, le dijo la maestra a la madre cuando era pequeño. Poco después, a los 9 años, los médicos le diagnosticaron TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) y le pusieron en tratamiento. Tuvo una infancia complicada, a su TDAH hay que añadir que los padres se divorciaron, lo que llevó más inestabilidad a su vida, por no hablar de las burlas permanentes de sus compañeros de clase por su físico.
Pero había algo que lograba su concentración: nadar en la piscina. El chaval que no podía estar quieto y que no podía leer más de dos párrafos seguidos sin distraerse, aguantaba en cambio cuatro horas seguidas para meterse en la piscina. Y era capaz de ver un vídeo una y otra vez –mientras cenaba, para aprovechar el tiempo- para detectar los fallos en su estilo y mejorar su rendimiento. Años después, en la rueda de prensa de los Juegos de Pekín contó que su maestra de lengua le dijo que nunca llegaría a nada. Es Michael Phelps, el deportista más laureado de todos los tiempos, que ha conseguido 28 medallas en los cuatro Juegos Olímpicos en los que ha participado, y es el deportista que más medallas de oro ha ganado, 23. En estos Juegos ha logrado 5 medallas de oro y una de plata, y todo ello –aún tiene más mérito- después de haber tenido problemas con el alcohol hace pocos años.
La madre de Simone, incapaz de cuidar de sus cuatro hijos, perdió la custodia por sus problemas con las drogas y el alcohol. Los abuelos de Simone se hicieron cargo de ella, con 6 años, y de su hermana, y los dos hermanos mayores se fueron con una tía abuela. Una infancia dura, de la que escapó gracias al tesón del entrenamiento diario e intenso. Ahora la vemos haciendo movimientos imposibles en la pista, Simone Biles, con 19 años es una de las estrellas de los Juegos Olímpicos de Río, la reina de la gimnasia artística gracias a su fortaleza física y sobre todo emocional, incluso ha dado su nombre a un movimiento en la pista, “el Biles”.
Las historias de estos deportistas son las más conocidas, por ser los más condecorados, pero no son los únicos. Para deportistas como Phelps o Biles el deporte ha sido una manera de salvarse y de salir adelante. Duras historias familiares o personales que estos jóvenes han superado gracias al esfuerzo, a la dura disciplina en los entrenamientos, gracias a la pasión que ponen en lo que aman, con sufrimiento, con humildad. Nos enseñan el camino para no tirar la toalla cuando las cosas van mal. El éxito, en los deportes, como en la vida, viene siempre de la mano de la constancia, de la perseverancia, de la preparación, del trabajo en equipo, de aprovechar las oportunidades. Ese es el auténtico oro de sus medallas.