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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Mediocridad

“Somos un pueblo jodido, de gatillo fácil, demasiado rápidos para emitir opiniones sobre las personas y a veces nos llevamos por delante el trabajo de la gente, no perdonamos el éxito”, decía Antonio Banderas en una entrevista durante su última visita a España.
Ya escribió hace años Fernando Díaz-Plaja en “El español y los siete pecados capitales”, que la envidia es lo que más nos caracteriza. ¿Cómo escapar de la envidia? El refugio para evitar que te despellejen por triunfar en algo es la mediocridad. A quien no destaca, al que es gris, a ese le dejan en paz. Ya en el colegio al más listo de la clase le decimos “empollón”, y al que se porta bien y cumple las normas se le llama “pelota”. La mediocridad es como un virus que se propaga y se contagia con facilidad. Ser mediocre no significa estar en la media, sino criticar y perseguir a todo el que está por encima de la media.
La mayoría de las veces nos miramos el ombligo y criticamos al que destaca por algo, y habitualmente quienes más tienen que callar son quienes más hablan. En nuestro país tenemos la expresión “nadie es profeta en su tierra”, porque se reconocen más los éxitos fuera que en casa.
Así que tenemos que reconocer el éxito si queremos salir adelante como país y reivindicar más que nunca el talento. Como dice Banderas, “se hace país con la gente que se la juega” y por eso nunca serán suficientes todos los esfuerzos que se hagan para reconocer al que hace las cosas bien y triunfa en su profesión.
No hay que irse muy lejos para encontrar ejemplos de personas que destacan en lo suyo y que desatan las iras de los mediocres y fracasados, para los que seguramente representan lo que les hubiese gustado ser pero no lo consiguieron. En lugar de admirarles por todo lo que han alcanzado, algunos les critican por sus logros, por sus éxitos. Para colmo, las redes sociales han amplificado la exaltación de la mediocridad, que siempre ha existido, pero que ahora tiene ahí un altavoz extraordinario.
El daño que produce la mediocridad mezclada con la envidia y el fracaso es enorme. Un envidioso mediocre es alguien muy tóxico para los demás, aparte de lo que tiene que sufrir al ver el éxito a su alrededor. Por eso, a la relación que escribió Díaz-Plaja sobre los españoles y los siete pecados capitales habría que añadir uno más, la mediocridad.

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Por Mayte CIRIZA

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