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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Jetas

La semana pasada tuve reunión de la comunidad de vecinos, y el administrador nos contó que hay un vecino que lleva varios meses sin pagar el recibo de la comunidad, y no tiene precisamente problemas económicos, más bien todo lo contrario. Utiliza el ascensor, da la luz de la escalera cuando vuelve de cenar por ahí, se ducha con agua caliente y pone la calefacción (que son centrales), pero no paga ni un euro de todos estos gastos comunes. Si coincides con él te saluda tan campante, ni un asomo de mala conciencia. Me pregunto cómo es posible tener tanto morro, y también cómo somos tan excesivamente educados el resto de vecinos que no le reprochamos lo caradura que es.

En la vida diaria nos encontramos con muchos tipos de jetas. Los del trabajo, esos que están siempre olisqueando lo que haces para aprovecharse de tus ideas, de tu esfuerzo, de tu conocimiento o de tus contactos. O los que se piden la baja a la primera de cambio y sus compañeros tienen que apechugar con su parte del trabajo. ¿Quién no ha tenido, siendo estudiante, compañeros de esos que estaban todo el día pidiendo los apuntes y los resúmenes de los libros, pero nunca compartían los suyos?

Durante mucho tiempo llevé a los entrenamientos de fútbol a un compañero del equipo de mi hijo, que vive cerca, en la misma manzana, pero cuando varias veces necesité que sus padres acercaran al mío a casa, nunca les venía bien. Y qué decir de esos que se despistan cuando hay que pagar la ronda de vinos o nunca llevan suelto.

Todos tenemos parásitos conocidos, y todos sufrimos las consecuencias de los parásitos sociales: los que piratean películas o libros, los que defraudan a Hacienda, los que hacen trampas con los subsidios o las ayudas sociales, los que no pagan el IVA… ¿Cuánto dinero se nos va a todos en estos jetas?

La mentira, la manipulación y el victimismo son las técnicas habituales del caradura. En lo personal se aprovecha de la amabilidad del vecino, de la buena fe del compañero de trabajo, de la bondad del amigo. En lo social se aprovechan de que no se les denuncia y de la dejadez de las administraciones en perseguir estas conductas. Todos se benefician de que nunca se les planta cara.

Lo único bueno de los jetas es que se les pilla pronto, se les ve venir. Hay que dejarse de buenismos y establecer límites una vez detectado el chupóptero, mantener una distancia vital de seguridad y, en la medida de lo posible, evitarlos. La vida es mucho más agradable, más fácil, más tranquila y más feliz sin tener alrededor jetas.

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Por Mayte CIRIZA

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