Desde la psicología científica más de vanguardia se defiende actualmente la esencial importancia de la aceptación (terapias cognitivo-conductuales de 3ª generación…). Sin embargo nunca había escuchado un acercamiento que me resonara tanto por su claridad como el que expuso este fin de semana Mónica Cavallé en el Foro de la Espiritualidad organizado por la Universidad Popular de La Rioja. Dibujar un mini-mapa en relación con este tema es tarea casi imposible. Pero vamos a intentarlo, a ver qué sale;)
Enrique Martínez Lozano, otro de los ponentes-joya de este Foro, nos compartió en dicho de su abuela (analfabeta, por cierto): “lo que viene, conviene”. A lo que alguna vecina escéptica replicaba: “¿y por qué conviene?”. “Porque viene” concluía la abuela (sabiduría de fogones confluyente al “ante las cosas, dejarlas ser en su misterio” de Heidegger).
Esto es una muestra de aceptación y como queda patente no es algo intelectual, sino experiencial… un camino vivencial en el que no hay que asumir nada, sino descubrirlo. De hecho, las frases de este estilo que podemos encontrar por ejemplo en el Facebook pueden hacer de freno a la verdadera aceptación, al igual que los consuelos de tipo religioso, ya que aceptar requiere sentir en el cuerpo el dolor, y no buscar “trucos” para evitarlo o taparlo. Suena heavy, lo sé… por eso, este mini-mapa le llegará sólo al que lo necesite y en el momento que lo necesite.
La aceptación se puede decir que es la capacidad de estar con lo que hay, concienciando todas sus dimensiones. Y a esto la mente se opone con su “esto debería ser de otra manera” y todos sus ideales (ejemplo, mi idea de cómo ha de ser una persona espiritual me hace dejar de ver aspectos míos).
Permitirme sentir es aceptar… incluso puedo aceptar mi no-aceptación si me dejo sentirla en el cuerpo. No es un acto volitivo (por eso desde el paradigma de la psicología científica a veces se enredan) sino… como cambiar la atención de altura (poniendo distancia entre el yo que observa y los objetos llamados “pensamientos” y “emociones”).
Si algo me hace escapar de sentir no es aceptación: La mente que dice “no” se oculta incluso en rumiaciones tipo “no me valoran” en las que nos enfrascamos en vez de dejarnos sentir simplemente el dolor que emerge; O cuando meditamos para librarnos de algo (en vez de ir hacia integrarlo); O, como he nombrado antes, ese “aceptar con truco”.
Aceptar tampoco es ni aprobar, ni preferir, ni no-actuar, ni no-condenar… ni es resignarse (que es impotencia, y la aceptación es señorío).
Hay que diferenciar, por tanto, los “debería” de las aspiraciones éticas (que no son exigencias, si no preferencias). Y del mismo modo, distinguir el Yo Ideal y sus ideales (imágenes rígidas), del Yo Profundo y su impulso a la excelencia (empuje de la vida… crear belleza, crear bien…). Por ejemplo, me descubro tropezando en algo que creía superado: desde el Yo Ideal, sufro; desde el Yo Profundo, me alegro porque ha aparecido una nueva faceta de la realidad.
No niego mis preferencias, en realidad, no niego nada… y el anhelo del Yo Profundo se diferencia en la flexibilidad de sus imágenes y en el íntimo sentir de que “todo está bien” (como en los juegos… me puede fastidiar caer en El Pozo de La Oca pero en lo profundo lo siento como parte del juego).
Un ejemplo importante y clarificador para ir acabando: tras permitirse sentir lo que aparezca a partir del diagnóstico de una enfermedad grave (rabia, angustia etc), el acercarme a la actitud de aceptación me permitirá arremangarme mejor para buscar vías de mejora.
Según mi experiencia (personal y profesional) aprender a aceptar, a aceptar realmente me refiero, es un difícil camino plagado de auto-engaños y que requiere pasar por noches muy oscuras de sentimientos no vividos. Por ello la mayoría de nosotros necesitamos que un otro nos ayude a… a ver lo que no vemos, a confiar en la vida. Pero esta travesía no deja de ser una opción, que además se puede transitar a diferentes niveles… ¡recordad, no hay ideales!
Importantísimo también es lo que nos señaló el maravilloso Javier Melloni, poco después de la ponencia de Mónica, como higiene del alma: 1, momentos diarios de silencio; y 2, atención consciente en el día a día.
El lugar profundo habla a través del sentir, de un sentir de paz que se encuentra bajo los enredos de las emociones. Cuando uno descubre que esto es la guía, la mente se calma y el discernimiento se facilita.
***Mercedes García-Laso, tu psicólogo en Logroño, FB, Tw y Ln | Encuentra el tema que te interesa en índice de todos los Minimapas para Tormentas***