El amor… ¿qué es el amor? Según el que lo pronuncie significará una cosa u otra… como ocurre con todas las palabras… y más evidentemente en las abstractas. Y el enamoramiento… ¿en qué se diferencia del amor? ¿Y la pasión? ¿Cómo se articula todo esto en las relaciones? Preguntas tan complicadas como importantes… con lo cual mi intención es ir esbozando en diferentes mini-mapas las palabras que he subrayado. Comienzo ya… y a ver qué sale hoy;)
Para mí hay dos tipos de amor, el Amor-con mayúscula y el amor-con minúscula. El primero es el que atisbamos cuando, por ejemplo, me quedo extasiada ante la naturaleza tras alcanzar la cumbre de un monte. Otro día, si queréis, os hablo más de él. Hoy sólo decir que se caracteriza por no conllevar el deseo de posesión del objeto ni de que este objeto cambie en absoluto.
El segundo es el amor humano, es decir, el Amor-con mayúscula filtrado por nuestro ego (o personalidad si queréis un término similar y más conocido)… por eso, el de “minúscula” nos permite acceder al de “mayúscula” según momentos, según aperturas.
Dentro de éste segundo, distinguiré el “buen amor” del “mal amor”, tomando la terminología de Joan Garriga. Uno produce produce bienestar y autorrealización mutuos (“me beneficia tu bien”; “win-win”; sinergias), y construye vida; el otro, lo contrario. Son, por supuesto, los extremos de una escala en la que nos movemos. Y nos deslizamos a lo largo de ella mediante la elección de las relaciones y la construcción de éstas. Es decir, cuánto más “sanos” estemos: 1, “mejor” elegiremos al otro; 2, construiremos una relación más enriquecedora; y 3, la abandonaremos/transformaremos a favor de la vida cuando se dé el caso. Cada persona tiende más a uno de los extremos pero varía según cada relación concreta y lo que va aprendiendo.
Me centraré, como ya se evidenciaba en las preguntas del primer párrafo, en las relaciones de pareja pero la mayoría de lo que señale es aplicable, en diferentes intensidades y matices, al resto de relaciones. Continuemos ahora señalando otros puntos importantes:
PRIMERO, “el infierno es el otro” dijo Sartre… pero sin el otro, no soy yo; y con el otro crezco.
Os explico: El ego, el yo, se construye a través de las relaciones en la primera infancia. Entonces, lo positivo es que gracias a ello existimos. Y lo negativo, es que quedamos alienados al otro: “me ha mirado bien… oh, me quiere!; me ha mirado mal… oh, me odia! y me enfado, me victimizo, me someto… porque soy mala, no valgo… o porque ¡qué malo es él!”. Es decir, me siento, por ejemplo, esclavo si he nacido con ese apelativo; o me siento orgulloso de mi mismo si soy un valorado capitán de la Gestapo.
Entonces el verdadero valor de las relaciones ya de adultos es irme conociendo para disminuir esta alienación. Como dice Tolle: ““Las relaciones no son para hacernos felices (porque la verdadera felicidad reside dentro de cada uno de nosotros). Ellas están aquí para hacernos profundamente conscientes. Así que el Verdadero Regalo de cualquier interacción-relación, no está tanto en descubrir lo que desconocemos del otro, como en descubrir lo que desconocemos de nosotros mismos”. Os explicaré más esto en otro minimapa pero hasta entonces os dejo este enlace al respecto: “El espejo del Amor”.
SEGUNDO, el bebe necesita sentir una relación que le de seguridad, reconocimiento y amor (apego seguro bowlbyano), y la calidad y cualidad de ésta(s) marcará las relaciones futuras. Así todos buscamos a nuestra “particular manera” estos tres sustantivos… “particular manera” marcada, como hemos dicho, por cómo “vivimos” (importante esta palabra pues no se refiere a sucesos objetivos sino a cómo lo vivencia del niño) esos primeros años. Incluso los que huyen o ignoran los tres sustantivos señalados, los ansían en el fondo.
De ahí la importancia de conocer y limpiar nuestras heridas (partiendo de lo indicado por Tolle en el párrafo de arriba) y, para empezar (ya que lo anterior es largo y complejo), estar atentos a creencias como “mi felicidad depende de él” o “le voy a hacer feliz” (ambas procedentes del mundo fantasioso entre la mamá y el bebe).
Así además de aumentar la consciencia de nuestra repetición de patrones relacionales, iremos diferenciando amor, posesión, necesidad de autoafirmación, miedo a la soledad, dependencias, enamoramientos etc.
Como he indicado al principio del post, el amor humano nunca es puro… pero cuanto más limpiemos el ego, más claro será y menos dependiente tanto de objetos (“sin ti, muero”), como de estados anímicos (ejemplo, pretender estar siempre enamorado… o incluso se puede entender desde aquí las depresiones de los místicos).
También tendré relaciones más sanas ya que no elegiré desde el hambre o cualquier otra necesidad o miedo (por ejemplo, a que el otro me coma… o me abandone), y habrá en ellas menos manipulaciones.
TERCERO, el enamoramiento es un estado transitorio y falso, a disfrutar. Nos enamoramos por asuntos del inconsciente de cada uno… y realmente no vemos al otro tal cual es (sino nuestras fantasías, deseos y demás). Cuando se pasa (o se pasa un poco) es cuando se ve si hay amor y si es viable una relación sana.
CUARTO, el deseo es independiente del amor (puedo amar a una persona y desear a otra). El asunto es cómo cada cuál lo articula desde la ética.
Además, como dice Abert Rams: El amor es lo que queda con el otro tras la travesía del deseo y del odio. Quiero decir que puedo empezar a amar cuando puedo ver “lo que sí del otro” (deseo) y “lo que no del otro” (odio)… me gusta, quiero, soporto, me pone, me despone…
QUINTO, la pasión es la intensidad… en el deseo (deseo sexual, incluido), en el enamoramiento, en los sentimientos, en la necesidad del otro etc. Con lo cual, cuanto más extrema más peligrosa aunque en el imaginario colectivo aparezca, entre otras cosas, como el ideal romántico. Peligrosa porque no es que vaya precisamente a favor de la vida: sólo hay pensar, por ejemplo, en Romeo y Julieta, en los crímenes pasionales (por celos etc), o en canciones como la de Sabina “morirme contigo si te matas” (más en el blog de Javier Arenas).
SEXTO, una relación hay que ir construyéndola y viendo si va a favor de la vida, ya que el amor nunca es suficiente. Hay que tomar distancia de los ideales (en esto la antropología nos ayuda mostrando diferentes modelos en diferentes culturas) y crear a partir de las naturalezas intrínsecas de cada uno de los implicados.
Para mí el buen amor es ese que ayuda a sobre-llevar la vida, ese que va a favor de la Vida… es ese querer lo mejor para el otro a la vez que se respeta su camino, acompañado del actuar en consecuencia desde el amor a uno mismo. Con lo cual puede pasar que un buen amor lo que haga es llevarme a alejarme del objeto amado.
Por otra, parte, el ideal de la media naranja impuesto por nuestra cultura nos lleva a buscar sin parar ese amor romántico de película y a consumir (y no construir) relaciones… incluso nos dicta lo que uno tiene que sentir y hacer cuando uno está enamorado. Hoy parece que todo tiene que servir sólo al yo… y buscamos emociones fuertes, hambrientos de sensaciones rápidas e intensas, de sentimientos que nos llenen el vacío. Y este ideal y este bagaje cultural introyectado no nos permite manejarnos con las frustraciones que forman parte intrínseca del tener pareja (artículo de Yaiza Saiz en La Vanguardia).
Concluyo este sexto punto con un párrafo de Joan Garriga, que resume otra idea fundamental: “La vida es, afortunadamente, muy amplia y variada, y cada uno tiene sus predisposiciones y su singularidad. Hay personas que están hechas para vivir con la misma pareja toda la vida; otras, para tener diez amantes al mismo tiempo, y otras, para ser monjes o monjas. Unas se orientan hacia personas del mismo sexo y otras hacia personas de distinto sexo. Cada uno debe respetar su original forma de ser, incluso su propia neurosis o tendencia condicionada, aunque trabaje para modificarla, y no tratar por todos los medios de encajar en un modelo ideal de relación de pareja. Lo importante es la aceptación amorosa de uno mismo y de la propia singularidad. Y cada cual puede encontrar regocijo en respetar su propia naturaleza y ser feliz siguiéndola.”
Y SEPTIMO, con lo que además acabo este mega-mini-mapa, el amor se puede decir también que es como un estado meditativo, un estado de consciencia que nos permite conectar con el Amor-con mayúscula del que os hablaba al principio. Albert Rams lo llama estado amoroso y comenta “No depende del otro, ni siquiera de que haya un otro. Es el amor al amor: el gusto de amar por si. El amor de los místicos pero bastante aterrizable en la vida cotidiana, y que nos conviene practicar a todos. Es ese sentirse pequeño frente a algo más grande, ese vivenciar que la vida es más lista que yo”. En realidad ya veis que en cuanto profundizamos un poco, nos encontramos con lo mismo;) (ej: post “Quién soy?”).
***Mercedes García-Laso, tu psicólogo en Logroño, FB, Tw y Ln | Encuentra el tema que te interesa en índice de todos los Minimapas para Tormentas***