Práctica para descubrir e ir curando las heridas de tu niño interior, hacia una vida más plena y libre. Mercedes García Laso, psicólogo Logroño.
En el minimapa anterior os deje una introducción al tema de las heridas. Hoy toca la parte práctica (cómo comenzar a descubrirlas) y sólo indicada para los que estéis interesados en salir de vuestra zona de confort (es decir, aquella zona que por poco, o nada, confortable que sea, conocemos, nos es familiar y nos cuesta tantísimo abandonar).
En realidad, preparé esto para varios de mis pacientes con unos apuntes de mi amiga y compi María Vázquez Costa… pero al ver que a alguno de mis amigos (que no hacen terapia) también le servía, he decidido compartirlo con todos vosotros por si os ayuda, de alguna manera, en vuestro viaje hacia una vida más plena. Comencemos.
Antes de comenzar con este trabajo sobre las heridas, es imprescindible contar con un sostén interior firme. Y además es primordial cultivarlo intensamente durante el periodo que dure este proceso. Si dudas a este respecto, acude a un profesional o grupo de crecimiento (yo me apoyé en ambos, jeje).
A) ¿Qué me ayuda a conectar con ese sostén, con esa especie de calma que a veces siento en lo profundo?
Ejemplos que, según la persona, suelen ayudar: respiración abdominal, contacto con la naturaleza, música, pintar, nadar, hablar con determinada persona, yoga…
B) Proporcionarme esas “ayudas” con toda la frecuencia posible.
–Me digo “¡¿otra vez esto! ¿por qué?” (situación que se repite, que “me suena”, que “ya he vivido antes”).
–Me rallo o me quedo enganchado en un círculo vicioso entre mis pensamientos y emociones (rabia, tristeza, miedo, culpa…).
–Me enfado conmigo mismo (una parte de mí se enfada y machaca a la otra parte, porque sus sentimientos o conductas no son “como deberían”). Es decir, cuando me siento enfadado por “sentirme así”, por haber “hecho eso”, porque “otra vez igual”, porque “aún no he superado esto” etc.
–Experimento una emoción muy intensa (rabia, miedo, tristeza, culpa…) ante una situación que “objetivamente” no es tan “grave”.
1–Recordarme a mí mismo que enfadándome, juzgándome o castigándome no consigo avanzar (quizá ya lo he hecho durante muchos años y he comprobado que sólo empeora las cosas).
Lo que me pasa es una oportunidad para empezar a “verme” y comprenderme. Por tanto, tratarme con todo el cariño y paciencia que pueda.
2–Darme cuenta de dónde estoy: en mi mente, en mi emoción, en el círculo vicioso entre ambas… Y tomar contacto con mi cuerpo: qué noto, qué sensaciones tengo… ¿qué siento?
3–Escuchar mi cuerpo y, bien conectada a con mis sensaciones, preguntarme “¿cuándo me he sentido así antes? ¿en qué situación, con quién?”. Y en esa situación ¿qué necesitaba y no tuve?
4–Tomar conciencia de esta repetición a lo largo de mi vida, yendo hacia atrás hasta mi infancia o hasta que ya no aparezcan más imágenes o sensaciones similares.
5–Observar (y escribir) lo que he “descubierto”, sin juicios, acogiendo mis necesidades y mi dolor. Permitirme sentir lo que siento. Compartirlo con alguien de confianza que lo pueda entender, si siento la necesidad de hacerlo.
6–Escucharme, si puedo, más allá de mis emociones y mi mente. Evocar, acudir a, esa experiencia de paz de fondo, de sostén interior, y escuchar, o mejor dicho, estar ahí sin más. Cómo me siento / quién soy en lo más profundo de mí mismo?
–Desde ahí actúo de la manera más constructiva posible ante esa situación en concreto.
–Compartiendo después el trabajo con mi terapeuta o con alguien sólido en quien confío y que pueda ayudarme a continuar ahondando en la toma de conciencia y la expresión de las necesidades insatisfechas de mi niño interior.
Sé que apenas os he hablado todavía del niño interior por lo que puede dejaros un poco confusos esta última frase. Bueno, en realidad todo el post. Así que antes de despedirme os introduzco brevemente lo que desarrollaremos en futuros minimapas (es un tema muy muy complicado por lo que tomaros lo que sigue como una simplificación que deja fuera puntualizaciones esenciales):
En todos nosotros habita el niño que fuimos. Pero En la mayoría está escondido o encerrado en el sótano, con lo que vivimos no sabiendo de su existencia. Esto tiene dos consecuencias perniciosas: una, que nuestro adulto se pierde, entre otras cosas, su espontaneidad y capacidad de gozo; y dos, que las heridas de nuestro niño se manifiestan en nuestra vida de una forma aparentemente incomprensible, tal y como hemos visto en el Paso Dos y también en el minimapa “Heridas y estilos de afrontamiento”.
Así que el camino pasa por ir conociendo a nuestro niño interior, ir permitiendo la expresión de sus necesidades y, desde nuestro adulto, acoger su dolor y ofrecerle nuestro apoyo incondicional para que cure sus heridas en la medida de lo posible.
Hasta la próxima semana, navegantes!
Ah, desde una perspectiva un poco diferente, os dejo este video “Curando al niño herido que hay en tu interior” de Thich Nhat Hanh.
***Mercedes García-Laso, tu psicólogo en Logroño, FB, Tw y Ln | Encuentra el tema que te interesa en índice de todos los Minimapas para Tormentas***