“Suena el despertador, abro el ojo y me doy cuenta de que me duele la pierna. Voy a levantarme y no puedo. Me agobio, incluso lloro. Sólo quiero encontrar la manera de llegar a la cocina para tomarme un ibuprofeno.”
Otro día os contaré lo que me ha removido este “maravilloso” despertar… ya que, aunque puedo decir que todos los días tengo algo que me incordia, lo de hoy ha desbocado a los fantasmas, a la vez que ha sido una sacudida más de la vida para que despierte;) Hoy “sólo” os hablaré de la “evitación de lo que no me gusta”, que es de lo que me ha surgido escribir cuando el susto se ha remansado y he podido elaborar un poquillo el asunto. Quizá ahora no entendáis la relación pero es un concepto fundamental que me ha permitido, y me sigue permitiendo, vivir cada día más auténticamente (algo apasionante, creedme! aunque sólo apto para valientes;))
La evitación del displacer es algo adaptativo naturalmente pero… (ainsss, con los “peros”) a diferencia del resto de animales, a nosotros nos puede llevar a favorecer el sufrimiento (ojo, que no dolor) en uno mismo y en el otro: Nuestra vida se puede volver insulsa (como el que evita enamorarse o cambiar de trabajo) y/o nos la podemos complicar terriblemente (evadiéndonos continuamente con drogas, por ejemplo) y/o podemos dañar mucho a nuestro entorno sin enterarnos… todo por no querer ver o atravesar lo disfórico.
Las terapias conductuales de tercera generación hablan de “evitación experiencial”. Os copio la definición académica: “Patrón inflexible de respuestas que buscan evitar y suprimir la presencia de eventos privados (pensamientos, recuerdos, sensaciones…) que se acompañan de malestar, con el fin de poder vivir”. Y esto a largo plazo lleva al abandono de las acciones cargadas de valor personal por la ‘dedicación en exclusiva’ a acciones que eliminan momentáneamente el malestar, provocando que aumente el sufrimiento (paradoja: aumenta lo que se trata de evitar). Os pongo un ejemplo: “Tengo que controlar mi ansiedad… tomaré pastillas o estaré en casa… La ansiedad se reduce por lo que tengo razón, he hecho bien”. Así vemos que a la corta, disminuye la ansiedad (reforzamiento negativo) y me refuerzo por ‘tener razón’; pero a la larga, mi vida se reduce, el problema está más extendido y hay más sufrimiento. Fantasear en exceso, es otro ejemplo… de hecho, el problema está siempre en el “exceso”, pues también un ansiolítico en determinados momentos puede hacer mucho bien.
Sin embargo, el concepto de “la evitación de lo que no me gusta” con el que yo trabajo es más amplio, más humanista, más dinámico, podría decir. Me explico, en el trabajo personal tengo que estar dispuesto a contactar con zonas desagradables de mi experiencia para des-cubrir puertas y recursos; aumentar conciencia, entendimiento y libertad; y reapropiarme de la energía dedicada a este “evitar/escapar”. Y además me viviré como “valiente con mayúscula” al dirigirme hacia lugares que antes evitaba a toda costa.
Por otra parte, sería genial que yo pudiera eliminar lo desagradable de mi vida simplemente evitándolo, pero esto no resulta. Todo lo que hago es reducir mi capacidad de “darme cuenta” (ver nota abajo) de estas experiencias desagradables y sumar confusión a mis dificultades… y como una caries sin atención, los miedos y las incomodidades tienden a empeorar.
Mientras evito algo desagradable, continuará afectando mi vida… y aquí os remito a Carl Jung, y también por ejemplo al mecanismo de la proyección o al #minimapa Mr Hyde. En cambio, si comienzo a abrirme a ello, algo puede crecer y desarrollarse a partir de esa experiencia, podré vivir más en el mundo real del darme cuenta (y menos en la confusión de mis fantasías), y me sentiré más plenamente viva.
Es importante hablar de todo esto porque en nuestra cultura estamos dando por sentado que “hay que ser positivos, fijarnos en lo bueno y no en lo malo” y esto hay que puntualizarlo pausadamente con reflexión crítica (y si no, por ejemplo, recordad en la peli “Inside Out” el problemón que provoca Alegría al no dejar a Tristeza hacer su trabajo; ah, y esto va en línea, por cierto, de lo comentado en el #minimapa “Hay que ser feliz”).
Y por último, como el ser humano es tan condenadamente complicado, ocurre que… incluso utilizamos la particular manera de sufrir de cada uno como mecanismo para evitar contactar con ciertas partes de la experiencia tal cual es!
En fin, que yo soy fan de lo que se sabe desde los principios de los tiempos y que hoy está comenzando a propugnar la ciencia: El camino para ser realmente humanos consiste en ir ampliando nuestra apertura a lo que hay.
***Mercedes García-Laso, tu psicólogo en Logroño, FB, Tw y Ln | Encuentra el tema que te interesa en índice de todos los Minimapas para Tormentas***