El 6 y 7 de este mes de noviembre tuvo lugar en Madrid el 7º séptimo congreso mundial de Intervoice, movimiento internacional basado en el enfoque de “hearing voices”… y esto ha sido la gota que, al fin, me ha empujado a comenzar a escribir algún que otro minimapa sobre lo que oficialmente se conoce como trastornos mentales graves.
Serán sólo pequeñas pinceladas de diversas visiones alternativas a la oficialista, que tantas tantas veces carece del rigor científico del que presume (recomendación al respecto: blog PostPsiquiatría). Entre ellas, hay algunas que conozco más que otras y, como todo, tendrán sus sombras… pero al menos nos abren la mente a la complejidad de lo humano y a la necesidad de atender siempre a la ética de nuestros comportamientos. Necesario entonces, querido lector, que ojees estas letrillas, aunque creas ajenos estos asuntos… pues en absoluto lo son.
Empecemos hoy entonces con una breve introducción al movimiento de “escuchadores de voces”.
La psiquiatría hoy dominante considera que las voces son algo sin sentido, que ha de ser eliminado con medicación. Desde Intervoice, sin embargo, defienden que sí son significativas, que están relacionadas con la vida de la persona y que el objetivo no ha de ser eliminarlas, sino que ésta pueda llevar una vida satisfactoria, con voces o sin ellas.
El escuchar voces parece un fenómeno humano bastante habitual. El 8% de los niños las escuchan. Al crecer, parte las dejan de oir. Y a veces en la adolescencia, como época difícil que es, se tornan agresivas apareciendo entonces el problema. No obstante, como explica Eleanor Longden en este interesante TED donde relata su experiencia como escuchadora de voces, lo que más complica el asunto es la atribución patológica que hacemos al hecho de “oir voces”. Por otra parte, el 70% de las personas que escuchan voces han sufrido experiencias traumáticas.
Entonces, lo que se propugna desde Intervoice es, lo primero, respetar y validar esta experiencia de la persona (decirle que es fruto de su cerebro enfermo es negar una experiencia que para ella es real). Después hay que animarla a que hable de su experiencia y a que ella misma encuentre sus propias explicaciones a lo que está viviendo: qué le están diciendo las voces; por qué le están diciendo lo que le están diciendo; y de dónde viene eso.
Si la persona consigue establecer otra relación con las voces, entender que no son algo malo sino que es una manera de su mente, de su psique o como quieran llamarlo, de relacionarse con ella, las voces pueden incluso transformarse en algo positivo.
Antes os he citado a Eleanor Longden… ahora, para acabar, os dejo enlaces a otras dos “escuchadoras de voces” interesantísimas: Jaquie Dilon y Olga Runciman.
Hasta la próxima, navegantes!
***Mercedes García-Laso, tu psicólogo en Logroño, FB, Tw y Ln | Encuentra el tema que te interesa en índice de todos los Minimapas para Tormentas***