Ya habréis notado que en este blog incido en la importancia de tomar las riendas de la propia vida (aunque no desde un intento de controlarla, sino desde una actitud de crecimiento interior). Sin embargo, no hemos de olvidar la perspectiva sistémica y la perspectiva social. Hoy comenzaré con ésta última.
Si estuviera en mi mano, pondría, como lectura obligatoria en 4º de la ESO, “El animal social” de Aranson. A mí me tocó empollármelo para un examen el 3º de psicología y me flipó. Ya os digo, para mí es un libro que TODO el mundo tendría que leer. Entre otras cosas nos hace ver cómo la situación determina nuestra manera de pensar y actuar independientemente de nuestra manera de ser. Da bastante yuyu, por ejemplo, cómo cada uno de nosotros somos capaces de atrocidades empujados por determinadas circunstancias (y no me refiero para nada a la coacción): experimento de Milgram, experimento de Zimbardo (los enlaces de este post son a Wikipedia y recomiendo muy mucho que los ojeéis).
En otra ocasión os comento como esto también se puede estudiar desde otras orientaciones (psicología jungiana, por ejemplo); y desarrollaré además otras cuestiones sobre lo manejados que estamos por expertos en ventas, grupos, ambientes, personas etc. Hoy me limito a compartir con vosotros la esencial importancia de dos cosas: a) conocer cómo nos manipulan (por ello lo de leer el libro citado como comienzo); y b) hacerse siempre preguntas, no para llegar a respuestas sino porque la libertad reside en cuestionarse todo (por qué hago lo que hago? ¿por qué pienso lo que pienso? ¿quiero, en realidad, hacer esto -o lo hago porque es lo que toca)? etc).
Curiosamente esto último también se aplica a nuestra manera de ser. Y puedo decir que, en general, las vías del interrogarse y del darse cuenta son la manera de introducir libertad en el determinismo recíproco (corriente que defiende que somos autómatas manejados por la interacción entre la situación y nuestra personalidad –determinada ésta, a su vez, por los genes y nuestra historia).
Y finalizo el post con un ejemplo del tremendo poder de la situación: la justificación de la crueldad. Hasta la próxima semana, navegantes!
LA JUSTIFICACIÓN DE LA CRUELDAD.
Partiendo del hecho de que la mayoría de los seres humanos nos consideramos “buenas personas”… qué ocurre cuando hacemos un daño claro a otra persona?
Aparece entonces disonancia cognitiva entre “soy una buena persona” y “he hecho algo malo”. Si el daño es evidente, no podemos auto-convencernos de que el hecho en sí no era malo mediante un cambio de actitudes al respecto (como puede ser el caso de algo más ambiguo como el incitar al consumo de alcohol). Por lo tanto, para resolver la disonancia sólo nos queda la salida de convencernos de que la víctima se lo merecía. Y estamos ante lo que se ha dado en llamar el fenómeno de culpabilizar a las víctimas.
Sin embargo, no es necesario que seamos el responsable directo del daño para que esto aparezca: basta con que le hayamos deseado algún mal a la víctima. Esto es lo que sucedió en una universidad de los EEUU donde la policía mató a unos estudiantes. Gran parte de la comunidad estaba indignada con la actitud de los estudiantes y creía que hacía falta “mano dura”. Por lo que, cuando sucedieron los asesinatos, tendieron a creer todo tipo de especulaciones absurdas que culpabilizaran a las víctimas hasta hacerlas merecedoras de la muerte.
Hay varios experimentos que muestran este fenómeno. En uno de ellos después de solicitar al sujeto experimental que insultase a una determinada persona, se comprobó que su valoración hacia la víctima había disminuido a pesar de saber que no había hecho nada para merecer sus insultos. En otro, la crueldad verbal se sustituyó por descargas eléctricas, obteniéndose los mismos resultados, con la salvedad de que los sujetos con baja autoestima no presentaban esta tendencia a culpabilizar a sus víctimas.
Esto nos lleva a que hay ciertos factores que atenúan el fenómeno que estamos comentando. Uno de ellos, como se señalaba en el párrafo anterior, es la autoestima: un sujeto con baja autoestima considera que hace cosas malas y por lo tanto no tiene la necesidad de culpabilizar a su victima porque no presenta disonancia.
Otro factor importante es la oportunidad de revancha como se pudo comprobar en un experimento donde los sujetos administraban descargas: El grupo que sabía que luego los papeles se iban a invertir no desvalorizó a sus víctimas, lo que sí hizo el grupo donde no se dio esta consigna.
Este último hecho nos puede ayudar a entender por qué los soldados tienden a desvalorizar más a los civiles que a los combatientes del otro bando (pues estos tienen oportunidad de revancha). Con los civiles la estrategia que utilizan la llamamos “deshumanización”, es decir, la mejor manera de infringir daño a otro ser humano y no sufrir disonancia por ello es considerarlo “no humano”.
Este fenómeno aparece también aunque no se esté implicado directamente en los actos violentos. Así las sociedades deshumanizan a otros pueblos para justificar los abusos contra ellos.
El gran peligro de la deshumanización es favorece ulteriores acciones crueles contra las víctimas: agredo a una persona; para proteger mi auto-concepto, la deshumanizo; y una vez que ya la considero “no humana”, me es mucho más fácil volverla a agredir.
El fenómeno de la deshumanización no se reduce a los tiempos de guerra ya que es muy frecuente por ejemplo ante grupos minoritarios. En estos casos aparece además otra forma de justificación de la crueldad, la profecía auto-cumplida: Si no proporciono una educación adecuada a una determinada comunidad porque los considero inferiores, luego obtendré un rendimiento menor en sus test académicos, con lo cual afirmo que he hecho bien no gastando dinero en su educación, ya que son inferiores. Y el mismo razonamiento se puede utilizar para argumentar la bajeza moral de un determinado grupo.
***Mercedes García-Laso, tu psicólogo en Logroño, FB, Tw y Ln | Encuentra el tema que te interesa en índice de todos los Minimapas para Tormentas***