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Antonio Remesal

Hablando de vino

¿CUÁL ES EL VINO TÍPICO DE RIOJA?

Reflexiones sobre el vino que define Rioja.

“Este es el Crianza típico de Rioja”, decía un amigo no hace mucho mientras “chateabamos” en la calle Laurel, a lo que mi mujer, Cristina, que como todo se pega y le ha cogido el gusto a esto del vino (al bueno), replicaba: “No, ¡ que va!, éste es el vino que se hacía antes, ahora los vinos tienen más color, son mucho más complejos, estos vinos ya son historia”. Y así empezó una conversación y un recorrido itinerante esa tarde de sábado por las calles laurel, San Juan,…..en la búsqueda del “típico crianza de Rioja”, Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una, y las dos y las tres y…… Hoy, después de varias tardes aplicados en la misma labor investigadora, estoy en condiciones de dar algunas pistas de las conclusiones a las que llegamos.

Aunque pueda parecer que hay un consenso sobre cual es el más representativo vino de Rioja, la realidad es que las opiniones son múltiples y diversas. Y lo son, porque este es un concepto que evoluciona del mismo modo que todo lo que nos rodea. Lo hace de acuerdo a las demandas y vaivenes de la sociedad, a la situación económica, a las tecnologías que se van incorporando, a la globalización del material vegetal, a las querencias de críticos y prescriptores ……..y también, a la evolución en el tiempo de las personas que hacen los vinos y de las que los beben. Nada es ajeno al calendario. Si queremos por consiguiente calificar un vino como típico, característico, o que la gente en general reconozca como Rioja, procede, referirnos primero a una fecha o periodo de tiempo determinado. Conforme cambian los gustos y requerimientos del mercado y se producen avances en las técnicas agronómicas y enológicas se van adaptando los vinos, si bien, su personalidad o estilo, si funciona, se mantiene. Repasemos un poco la historia y veamos como hemos llegado hasta lo que ahora somos.

Ya allá por finales del siglo XVIII, D. Manuel Quintano, canónigo de la catedral de Burgos, nativo de Labastida, de familia de viticultores con muchas fanegas, consideraba que andábamos un poco despistados con el vino que aquí se hacía. El vino típico en aquellos años, era el cosechero, con uvas enteras, en bodegas donde la higiene brillaba por su ausencia y que había que beber antes de verano porque sino se picaba. El transporte se hacía en pellejos recubiertos de pez que le imprimían el sabor amargo característico. Ante el poco futuro que Quintano ve al viñedo, ya entonces era de lo que se vivía, hace sus maletas y decide irse adonde estaban los que más sabían, a los burdeos de las francias. Por allí está unos años tomando buena nota sobre que hacer para que el vino no se avinagre y mejorar su calidad con vistas a los mercados extranjeros entonces en auge. Ve como en Francia utilizan tinas y barricas para elaborar y transportar el vino, hacen uso del azufre, se esmeran en la limpieza, despalillan, bazuquean, prensan delicadamente, trasiegan, clarifican con claras de huevo…..¡Vamos más o menos lo que hacemos ahora, pero hace más de 200 años!. Cuando regresa, ilusionado, da a conocer el nuevo estilo francés de elaboración. Él lo implanta en su casa, y pocos, solo los más cercanos, le imitan; consigue exportar su vino a Centroamérica, por primera vez embotellado en España, pero los que manejan en aquella época el cotarro, (los cosecheros) que no quieren meterse en inversiones y hacer experimentos, deciden pararle los pies. A golpe de reglamento fijan el precio independientemente de la técnica utilizada para la elaboración. De este modo “sacan” del mercado a los vinos elaborados con la técnica francesa, mucho más costosa. De nada sirve un recurso posterior al Consejo Real que lo gana. Los intereses particulares quedan por encima de los generales: la idea de hacer vino al nuevo estilo, de crianza, (sin competencia con el cosechero), un vino a la altura de los vinos franceses que hubiera solucionado el problema de excedentes no fragua. Acaba Quintano sus días apartado incluso por sus vecinos, desterrado de su pueblo y de sus viñas, con una palmada en la espalda, una medalla de plata por su esfuerzo y algo así por despedida: “con el sermón a otra parte”, “señor cura a tus misas”, y “las uvas están verdes”. En resumidas cuentas, así éramos entonces (y poco hemos aprendido).

Hubo de esperar más de cien años, mildius, filoxeras, y más calamidades, a otros que viajaron a Francia y a los que de Francia vinieron, para que en Rioja se adoptara como propio el estilo francés. Desde entonces los gustos y tendencias han evolucionando y se han dado pasos hacía adelante, y también hacía atrás. No obstante la influencia francesa sería tal, que una vez cuajado el estilo, no se ha hecho otra cosa que variaciones sobre la versión original.

Pero si cabe destacar un periodo de transformación en el último siglo, este ha sido el de los últimos 30 años. Y lo ha sido como consecuencia de las grandes mejoras en las instalaciones, implementación de protocolos de limpieza e higiene más rigurosos, reconocimiento unánime del viñedo y de la selección y cuidado de la uva como factores de calidad prioritarios, sin olvidarse, de las exigencias competitivas. ¡A la fuerza ahorcan!. En este periodo y ciñéndonos al vino tinto criado en madera, que es con el que se identifica Rioja en el mundo, las elaboraciones han seguido dos corrientes principales:

 Bodegas de siempre, continuistas, que mantienen las técnicas tradicionales incorporando nuevas tecnologías pero tratando de no desvirtuar los vinos por los que se les conoce. Estas utilizan las mezclas de variedades como base de sus vinos, criados fundamentalmente en roble americano con tostados suaves. El resultado: vinos con graduaciones entre 12 y 13º, color moderado y fáciles de beber.
 Bodegas creadas a partir de 1990 más influidos por las nuevas tendencias. Aparecen los vinos de “autor”, los monovarietales, la madera francesa destaca, los tostados son diversos, las maceraciones más largas, y como resultado, vinos de más cuerpo, grado y color. Sabrosos, pero la mayoría para no beber muchas copas.

Y como en el término medio está la virtud y al final todo cae por su propio peso: la enjundia de los vinos tradicionales, fruto del saber acumulado de muchos años, se reconoce por unanimidad y las mejoras se consolidan. Todo para conseguir vinos más próximos al consumidor medio, agradables para cualquier momento y ocasión. Podemos decir entonces, que el vino típico de Rioja hoy, es un vino complejo, con equilibrio entre la madera y la fruta, con final largo y fácil de beber, que cumple las expectativas del aficionado más exigente. Si lo buscan lo encontrarán en muchas bodegas riojanas. Mi mujer no iba nada descaminada.

 

 

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Sobre el autor

Ingeniero Agrónomo y enólogo. He trabajado en la empresa privada en ámbitos muy variados de la ingeniería. Actualmente en la Administración, en el sector del vino, con el que me siento absolutamente comprometido. Escribo sobre viticultura y enología y, de paso, sobre lo que tercia…Autor del libro “Talking about wine: Rioja”, primer libro monográfico sobre Rioja escrito en inglés.


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