Llevamos un año agrícola de lo más inusual en lo que al tiempo se refiere. Los meteorólogos, y hombres del campo, utilizan de continuo palabras como atípico, caprichoso, anómalo, raro, extraordinario,.. o dicen: “este ha sido el más o menos -aquí pongan lo que quieran- en los últimos no sé cuántos años”. Pues sí, los extremos meteorológicos son la tónica habitual, y, reflejo de ello, la viña. Sino repasemos la actual campaña.
Las precipitaciones han sido tan abundantes este invierno que ha brotado el agua en fincas y localizaciones que ni los más viejos recuerdan. Tanto que, como si en invierno ya hubiera caído todo lo que tenía que caer, esta primavera ha sido de las más secas de las que se disponen registros. Para agravar la falta de agua el calor vino muy pronto: a primeros de mayo ya parecía que estuviéramos en julio. Desde junio hasta ahora apenas ha habido días de tregua, y una ola de calor ha seguido a la otra, como si de un maremoto veraniego se tratara. En la segunda quincena de julio la inestabilidad nos ha acompañado lo que ha favorecido el desarrollo de tormentas que han descargado en forma de grandes trombas de agua y, lo que es peor, granizo, en puntos concretos de Rioja Alta y Alavesa.
Así las cosas, nadie que hoy visitara Rioja por primera vez esta campaña imaginaría se han producido fenómenos fuera de lo ordinario. A excepción únicamente de las parcelas dañadas por el pedrisco, otras en las que el agua de las últimas tormentas ha arrastrado o acumulado la tierra, o algunos plantados, que acusan el déficit de precipitaciones que arrastramos desde el inicio del periodo vegetativo, la viña tiene una apariencia excelente, con muestra de uva abundante. Con todo ello, las atípicas condiciones climatológicas que se han producido hasta ahora, la concurrencia de elevados índices de botrytis la pasada vendimia, y la experiencia, nos hace ser cautos a la hora de manifestar cualquier tipo de entusiasmo.
Vemos estos días como las uvas, una a una, “pintan” del verde a su color característico en la maduración. Es lo que conocemos como envero, periodo que ahora se inicia en la parte más occidental de Rioja (estado fenológico M1) y se completará en pocos días en la zona más oriental (estado M). Este calendario significa un adelanto respecto a un año normal de al menos 8 o 10 días. En estas fechas, en las que no se puede hablar aún de cosecha (hasta que no esté en la bodega no se puede) y a falta de siete u ocho semanas desde que el racimo ha cambiado de color hasta la vendimia, pueden pasar muchas cosas, y de hecho pasarán: la uva engrosará, se producirá un enriquecimiento de azucares paralelamente a la perdida de la acidez y una acumulación de compuestos fenólicos y aromas primarios. Que ese proceso siga su ciclo normal, dependerá de las condiciones que se presenten y del trabajo del viticultor.
Haciendo un repaso a los peligros que cada año acechan el viñedo, no podemos decir que hasta hoy, contrariamente a lo que se presuponía, éste haya sido un año especialmente complicado. El oídio, enfermedad para la que el viticultor en Rioja está particularmente precavido, no ha dado mayor guerra esta campaña. El meteoro tampoco ha propiciado la invasión del mildiu, con lo que apenas se ha visto alguna mancha en hojas. En lo referente a botrytis, es difícil prever pero las cosas se pueden complicar desde el momento que, ya a estas alturas, se ha visto algún foco puntual, algo totalmente inusual. La enfermedad está ahí, sólo hace falta se presenten condiciones para su desarrollo. Toca pues hacer una vigilancia permanente del viñedo y una actuación rápida cuando las circunstancias lo precisen. El momento más efectivo para realizar tratamientos contra botrytis es el comienzo del envero, a partir de entonces hay que estar atentos a la evolución de la maduración, a la sanidad de la uva y, a la meteorología hasta el final del ciclo, por si pudieran aparecer focos que hagan necesaria la intervención inmediata con fitosanitarios, o mediante técnicas culturales. Proceder con los deshojados en las caras menos expuestas al sol es a menudo conveniente para facilitar la aireación de los racimos y que los productos fitosanitarios penetren. Asimismo, se debe recordar la conveniencia de realizar en las viñas muy cargadas un aclareo de racimos que, aparte de facilitar la maduración de los que queden, reducirá los riesgos de enfermedades criptogámicas si vienen mal dadas.
Incidiendo de nuevo en la prevención, especial cuidado se tendrá con la polilla del racimo, insecto que hace la puesta sobre las uvas y propicia la podredumbre desde dentro del racimo. Hay que recordar que las técnicas de confusión sexual están dando muy buenos resultados. También, se pueden ver estos días en Rioja ataques de araña amarilla, las cuales se manifiestan por manchas amarillentas en las hojas basales de las variedades blancas y rojizas en las tintas. Para controlar esta plaga que puede afectar a la maduración es necesario vigilar los viñedos para, en su caso, intervenir.
En conclusión, estamos hoy, con la viña enverando, con aspecto excelente, pero a falta de los días más críticos y que definen verdaderamente la cantidad y calidad de la vendimia. Las reservas de agua acumuladas durante el invierno, unido a las altas temperaturas desde prácticamente la brotación, y las lluvias de los últimos días, pueden significar un adelanto de la vendimia. No obstante, mejor no aventurar: son los días desde el envero hasta la sazón del fruto los que marcan definitivamente la fecha de vendimia, cantidad y calidad de la cosecha. De aquí a entonces, es deseable, para que la maduración enológica llegue a feliz término, que el sol caliente como corresponde al verano, alguna lluvia refresque (y no más) la vegetación y las temperaturas nocturnas nos permitan dormir plácidamente, señal que el salto térmico entre el día y la noche está dentro de lo habitual. Hay que tener presente que las heridas provocadas por plagas, enfermedades o granizo, la compacidad del racimo, altos rendimientos, vegetación muy espesa, fuerte vigor, hollejo reblandecido, etc. son parámetros que hacen peligrar una maduración en condiciones sanitarias satisfactorias.
Hemos visto como, el viticultor riojano, ahora en agosto, lejos de relajarse e irse de vacaciones, como lo solemos hacer todos los que tenemos la suerte de tener trabajo, debe permanecer en su puesto atento a la meteorología y a esos riesgos o escenarios anómalos, cada campaña distintos, que pueden dar al traste con el esfuerzo de todo un año.