Han transcurrido casi dos meses de las elecciones y los partidos políticos mayoritarios siguen sin ponerse de acuerdo para la formación de gobierno. Dadas las repercusiones que en todo orden significan para el normal desenvolvimiento del país. Hoy, a pocos días de que se cumplan 35 años del intento de golpe del 23F, solicito el apoyo de los lectores para mi “particular” golpe de estado.
Se pretende mediante esta acción instaurar un nuevo orden constitucional en este país traducido en la proclamación de un gobierno transitorio hasta que las circunstancias aconsejen reponer la soberanía al pueblo español. Dicho lo anterior les presento los nombres del nuevo ejecutivo:
Ministro de Economía, Competitividad y ministro Portavoz: Mi cuñado Ricardo, brillante economista. Le sienta muy bien los trajes. Con menos planta, y seguro menos conocimientos que él, hizo un buen papel en Europa ese ministro griego calvo. ¡Ah! Y me pasa las camisas de Armani que él ya no se pone.
Ministra de Asuntos Exteriores y Cooperación: Mi sobrina Ángela. Es buena persona y siempre está dispuesta a cooperar con todo el mundo. Le gusta viajar. Debe perfeccionar su inglés. En ello estamos.
Ministro de Defensa: Nicolás, mi sobrino. ¡No es poco guerrero ni nada el tío!. Debe cuidar un poco la impulsividad si no queremos “liarnos a palos” con todo el mundo. Primero da y luego pregunta.
Ministra de Hacienda: Mi cuñada Inés. Ha sido siempre muy ahorradora, vive en Soria (ya se sabe la fama de los sorianos), pero sobre todo tiene claro que “Vale más un céntimo bien empleado que un céntimo ahorrado”.
Ministra de Justicia: Alejandra, mi sobrina. Con esta no me equivoco un pelo. En cuanto lleve unos meses en el cargo, el pueblo pedirá por aclamación cambiar en todas las instituciones el símbolo de la justicia (la diosa romana con la balanza y los ojos tapados) por una foto suya.
Ministro de Interior: Mi hijo Gonzalo. Tiene buena planta, carácter, muestra autoridad y es diplomático. Lo hará bien.
Ministra de Obras Públicas: Mi sobrino Pablo, ingeniero de caminos trabajando en Suiza y muy considerado, lo cual tiene mérito habida cuenta de como son los suizos con los extranjeros.
Ministra de Administraciones Públicas: Mi hija Leyre. Nadie tiene las cosas más claras. Como psicóloga y con el tema catalán en cartera negociará con mucha “mano izquierda” para mantener la integridad de España. Votó a “Podemos” ,pero eso, como la juventud, se pasa con el tiempo.
Ministra de Educación, Cultura y Turismo: Mi hermana Elisa. No saben lo bien que tiene educados a sus hijos y además es maestra.
Ministro de Deporte: Mi sobrino Mateo. Listo, frío y calculador. Cualquier deporte se le da bien. Es, también un artista del balón y, como su padrino, confío en que me retire pronto (si no sale bien el “golpe”).
Ministro de Empleo y Seguridad Social: Mi cuñado Pepe. Gran capacidad de negociación (lo demostró en su periodo de sindicalista) y tiene aguante el tío ¿Dónde han visto dos cuñados que se lleven bien?. Todo el mérito es suyo.
Ministra de Seguridad Social: Mi hermana Graciela. Siempre ha sido la más trabajadora de la familia, tiene visión a largo plazo. Más lista que el “hambre”. Y es un “cielo”.
Ministra de Industria y Energía: Mi sobrina Lucía. Ingeniera Industrial ya casi. Buena estudiante y espabilada. Por otra parte conviene que las mujeres vayan adquiriendo cargos de responsabilidad en la industria en este país.
Ministro de Nuevas tecnologías e Innovación: Mi sobrino Rodrigo que es un “crack” en esto de los ordenadores y le sobra imaginación. Todo un líder.
Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente: En este caso, como excepción, me salgo de la “familia” para nombrar en este ministerio a mi amigo Jesús. Le gusta más el monte que a las cabras, es capaz de cultivar (y que se pongan “coloraos”) tomates en Burgos, me ha dedicado un libro suyo y, lo más importante, es mi psiquiatra particular. Me hará falta. Nos hará falta a todos.
Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad: Cristina mi mujer, es enfermera y, además, ¡no saben ustedes como nos trae a todos en casa!
Ministro del Vino y de la Viña: Este nuevo ministerio lo pensaba ocupar yo mismo, pero por razones que luego conocerán debo declinar. Por el momento lo dejo vacante hasta decidirme por alguno de los colegas riojanos que seguro harán un buen papel en el cargo.
Presidenta: Mi madre Josefa. La persona más razonable y buena que conozco. Siempre ha sido una mujer cabal que ha mantenido a la familia unida. Conoce los puntos fuertes y debilidades del Ejecutivo y mediará para que se tomen las decisiones más sensatas. Nunca nos ha defraudado. ¿Qué más se puede pedir a un presidente?
Vicepresidente primero y ministro de la Presidencia: Mi padre Pablo, ¿quién mejor?. Un ejemplo de superación. Que les voy a decir de él si con un sueldo de empleado ha sacado adelante a 4 hijos, todos con carrera y camino de convertirse en altos cargos en la Administración: dos ministros, ministro consorte, y servidor, asesor del gobierno.
Forma de Gobierno: Monarquía. De momento, hemos decidido mantener a Felipe y a Leticia como reyes. Les pedimos únicamente que continúen en la línea que llevan, que eduquen bien a su hija y que, como mandan las normas de tan “tradicional” institución, elijan ellos mismos al esposo de la futura reina Leonor; buscando un matrimonio provechoso para el Estado y en evitación de que se tope con alguno que luego le salga “rana”.
Ninguno de los cargos nombrados ha tenido nunca ningún problema con la justicia, más allá de alguna que otra multa de tráfico. A ninguno se le conoce ningún caso de corrupción, malversación, prevaricación, cohecho, falsedad documental, malversación, blanqueo de capitales, o maldades parecidas. Todos pagan religiosamente sus impuestos (que remedio si viven de su salario). En fin, gente normal, no como algunos “sus señorías”, “respetables”, y “honorables” en los que confiábamos. Además, todos se llevan bien con sus vecinos y son apreciados y queridos por aquellos que les conocen bien.
No se ha tenido en cuenta la “paridá” de hombres y mujeres para la elección del ejecutivo. Soy de la idea que la posición en la que orina el sujeto no debe ser un objeto de valoración en el trabajo.
Como han podido apreciar no reservo para mí cargo representativo alguno. Primero, no quiero que digan que soy un tirano y que todo “se queda en casa” pero, además, debo confesar que yo NO soy un hombre totalmente honesto. Cuando estudiaba, para pasar algún examen recurrí a las “chuletas” ya que soy de frágil memoria. Esto me inhabilita, (me refiero a lo de las “chuletas”, lo de la mala memoria ha sido en España un mal general de la clase dirigente), para poder aceptar cargos de alta responsabilidad. Tampoco le doy puesto alguno a mi hermano Lorenzo, porque aunque es un gran profesional, trabajador y buena persona, el muy “capullo” en cuanto cumpla los 60 se quiere jubilar.
La misma compostura de la que hago gala con mi apartamiento exigiré a cualquier cargo de mi gobierno si se presentara una pizca de inmoralidad o la mínima relajación en sus deberes.
Se pondrán en marcha los mecanismos necesarios para la constitución de este gobierno en el momento que se encuentre el apoyo suficiente traducido en el respaldo de los lectores.
Probablemente estarán pensando que la propuesta que hoy les hago es ridícula, despótica, poco seria, anacrónica, improcedente, y cuantos adjetivos quieran añadir. Si es así, están ustedes en lo cierto.
Para su tranquilidad les diré que cada uno de los nominados son personas honradas y sensatas que no aceptaran ningún cargo si consideran que no están a la altura.
Con todo ya habrán imaginado que el objeto de este escrito, en el que me separo de mi temática habitual, el mundo del vino, no es otro que hacer recapacitar al lector. Soy de la opinión que a los candidatos para los cargos del máximo nivel debe exigirse que en las actividades que anteriormente hayan realizado, hayan demostrado: integridad, rectitud, honestidad, decencia, sentido de la Justicia, sensibilidad y sentido común. Todo ello por encima de un currículo brillante, una formación adecuada al puesto, conocimientos técnicos, idiomas, etc., que, no cabe duda, importan, pero que si hay interés se aprenden y si no sabrán buscar el asesoramiento.
Seguro que si estos valores y cualidades personales y humanas fuera condición “sine qua non” para el desempeño de estos “ministerios”, de los que depende el futuro de todo un país, las cosas pintarían bastante mejor para España.
(*) No es mi intención con esta “broma” que hoy les presento, banalizar el triste, ya histórico, suceso del 23 F que pudo acabar con la Democracia en España. Igualmente me pronuncio en contra de cualquier actuación que vaya en contra de las Leyes vigentes.