Las imágenes en la última vendimia deben hacernos reflexionar sobre si el modelo actual de Rioja controla la oferta o la calidad
El debate de diferenciación de vinos no debería quedarse sólo en los viñedos singulares, sino en desarrollar nuevos niveles de calidad y rendimientos
Ante el incuestionable axioma «el exceso de rendimiento y calidad no son compatibles», el pliego de condiciones de la DOC Rioja fija la máxima producción amparable por hectárea de ‘papel’ en 6.500 kilos de uva tinta y 9.000 blanca. Cifras que pueden ser modificadas previo acuerdo del sector con unos límites. Así, se puede admitir una desviación por encima de estos valores atribuible a circunstancias climatológicas, con uva que no podrá ser destinada a elaborar vino con origen Rioja. Para esta campaña 2016 se ha podido vendimiar y meter en bodega un 118% de los rendimientos estándar, es decir hasta 7.670 kg/ha de uva tinta, de los cuales 6.955 podrán ser destinados para vino Rioja. Para uva blanca, se han admitido 10.620 kg/ha de los cuales 9.630 son amparables.
Desarrollo de la campaña
Con un cuajado abundante, sin más contratiempo significativo que la escasez de lluvia, el viñedo llegó a septiembre con expectativas excelentes: uva abundante, sanidad extraordinaria y granos pequeños. Además, por fin, la uva se iba a pagar bien. No sabemos si San Mateo obró el milagro o el viticultor, queriendo asegurar unos ingresos que podría mermar la sequía, no hizo las descargas de uva necesarias, por lo que de unas previsiones de cosecha que encajaban en los márgenes generosos pactados para la campaña pasamos a ver en campo una cantidad de uva que superaba ampliamente, no solo la autorizada, sino también la que permite el Consejo que entre en bodega aunque no se destine a Rioja.
Una vez constata el Consejo Regulador la abundancia de uva, y bajo la consigna de que «hay un reglamento que cumplir y es necesario ajustar la oferta a la demanda para que los precios no caigan», se pone en marcha un control férreo con refuerzo de la vigilancia y con un ejercicio inédito hasta esta campaña: precintado de remolques en campo. Las intervenciones dan lugar a cientos de expedientes logrando meter a los viticultores el miedo en el cuerpo y se resignan a cortar (y destruir) las uvas para las que no alcanza el ‘papel’.
Las imágenes se difunden por los telediarios, periódicos y redes sociales y llega el escándalo. El que es ajeno al sector no puede entender cómo una uva en buen estado es enterrada para que se pudra. Tampoco los productores que han cuidado la uva y que la ven con tal calidad que, aun con altos rendimientos, permitiría elaborar grandes vinos, mejor incluso que la vendimiada en recientes campañas. La pregunta que todo el mundo se hace es: ¿es este un modo de garantizar la calidad? O lo que es lo mismo: ¿controlamos la oferta o controlamos la calidad?
Fracaso del sistema de control de calidad
Habida cuenta que la uva que entra en bodega procede en muchos casos de parcelas con exceso de rendimiento, tirar las uvas en plena vendimia –lo mismo sería abrir la «canilla» del depósito del vino al desagüe– es una manera de deshacerse de los excedentes pero no de controlar la calidad. La vendimia 2016, una vez más, deja al descubierto el fracaso del sistema de calidad de Rioja.
Tirar las uvas es fracaso también de los técnicos y viticultores, que plantamos en un contexto de denominación ciertamente exigente en el que, sabemos, estamos obligados a plantar y cultivar en lugar, modo y manera para que los rendimientos no se disparen. La vendimia 2016 está finalizada pero vendrán otras con controles de rendimientos que, además, tienden a ser más rigurosos: individualmente por viñedos. Con la trazabilidad por parcelas, los excedentes que se pueden generar serán mayores que los actuales, ya que las cartillas se compensan: la uva sobrante de un viñedo se imputa a otro con rendimientos más reducidos.
Los excedentes no regulados dañan la imagen del Rioja y perjudican a la economía general aunque, a corto plazo, les resulten muy rentables a unos pocos. No es razonable que uvas de buena calidad se corten para dejarlas tiradas en el campo, dejar las mejores uvas colgadas porque hemos alcanzados los cupos del ‘papel’, arrancar los mejores viñedos poco productivos porque la uva se paga toda igual, ni tampoco generar año tras año una oferta paralela de vino común con uva Rioja. Esta vendimia ha puesto de nuevo en evidencia las fisuras del organismo regulador y la necesidad avanzar más rápido y mejor en la consideración de las distintas realidades vitivinícolas de Rioja.
Confundimos al consumidor cuando constata que a contraetiquetas y orígenes iguales corresponden vinos totalmente distintos, cuando le ofrecemos vino sin etiqueta aseverando su procedencia como Rioja. Desestabilizamos la economía del viticultor con precios tan cambiantes cada campaña, sin relación directa con la calidad de la cosecha (ni siquiera con la cantidad). Impedimos el desarrollo de aquellas bodegas y viticultores que, contra viento y marea, apuestan por la calidad. Escandalizamos a quienes, como a mí, nos enseñaron que «el pan no se tira» cuando se ven imágenes como las de esta vendimia.
Los primeros pasos para la diferenciación
En breve, se van a dar los primeros pasos para el uso de nombres de aquellas entidades que persigan un grado adicional de calidad. Es un avance importante que bien podría ser una oportunidad para diferenciar el vino Rioja, aparte de por estos niveles de calidad ligados a un territorio, por otros vinculados al modelo de producción.
A la vista de lo sucedido, por qué no discutir una propuesta para la diferenciación de los vinos, por ejemplo, en tres categorías que permitan al productor elegir entre modelos distintos. Como ideas, y a la espera de un desarrollo posterior, podríamos pensar en un primer nivel, el más alto, con los tipos de elaboraciones actuales y las que puedan surgir próximamente de vinos de entidades geográficas menores; un segundo nivel, para vinos más básicos correctos con corta crianza y, el tercero, para vinos de procedencia Rioja «sin defectos ni virtudes» e incluso con envases alternativos a la botella de 0.75 litros. Éste último nivel permitiría canalizar los excedentes y legitimar una realidad de la que nadie habla pero todos conocen: la de los vinos elaborados con excedentes de ‘papel’.
El gran dislate: Rioja diversa pero con un modelo de producción único
Rioja dispone de unas condiciones naturales que permiten producir en viñedos concretos, con producciones limitadas, vinos a la altura de los más reputados del mundo y, en otros, con producciones más que generosas, vinos correctos. Entre estos extremos existe toda la gama intermedia que se les ocurra. Cada modelo de producción da lugar a vinos de diferente categoría, pero por cualquiera que el viticultor o bodeguero se decante puede ganarse la vida. El problema es que en Rioja, a diferencia de todas las famosas denominaciones del mundo, aún con toda su gran diversidad, tiene un modelo único: la elección hoy en día no es posible.