El continente y envoltorio del vino constituyen la primera percepción que el consumidor tiene sobre el producto. Veremos primero algunas observaciones alrededor de la botella para terminar con varias cuestiones polémicas en torno a la botella y al embotellado.
El continente del vino es la botella, el tapón asegura su estanqueidad, la cápsula tiene una función higiénica y las etiquetas permiten la identificación. Además de estos cometidos cada uno de estos elementos cumple una función estética, no por ello vana, al actuar como verdaderos embajadores de la marca. Lanzan un mensaje al consumidor sobre el vino al que “arropan”, a veces en los límites de lo subliminal, y contribuyen a hacer más o menos seductora la imagen del mismo.
La botella admite muchas variantes. Desde muy antiguo el vidrio ha sido un material para servir el vino, pero no es hasta principios del siglo XX, al descubrirse un sistema automático de fabricación, cuando de veras la botella como envase para el vino se generaliza. Desde entonces ni la forma, grosor, color o sistema de taponado han cambiado demasiado.
En un principio las botellas se hacían utilizando la técnica del soplado. Las fabricadas mediante soplado eran de vidrio más fino, más ligeras por consiguiente, y también más frágiles. La resistencia de la botella es un factor que los ingenieros especializados dedican mucho tiempo: debe resistir, con el menor peso posible, todos los envites en almacenamiento, transporte y manejo.
En lo que se refiere a la capacidad de las botellas estándar, 750 cc, según algunos es consecuencia de la técnica del soplado que se corresponde con el volumen de aire que un soplador es capaz de insuflar de una sola vez sin que para ello sea necesario un esfuerzo excepcional. De esta manera el tamaño de ¾ de litro ha permanecido y es el más utilizado, pero curiosamente solo para los vinos a partir de cierta calidad, los vinos de mesa más corrientes van muy frecuentemente en botella de litro. Así y todo, el vino se envasa en botellas de distintas capacidades desde la Benjamín de 200 cc hasta la Salomón de 18 litros, equivalente a 24 botellas de las estándar. Con tamaños intermedios la más común es la Magnum con una capacidad de 1.5 l, que se considera ideal para la larga conservación por lo que es muy habitual utilizar este formato para vinos de elevado precio.
Las formas de las botellas son muy variadas. Para vinos tranquilos (no espumosos), como los de Rioja, las botellas más usadas son la bordelesa y la borgoñesa, aunque hay bodegas que eligen otros modelos o incluso optan por personalizar sus envases con presentaciones muy particulares. Así, la botella más característica de Bodegas Vivanco está inspirada en un diseño del siglo XVIII que conserva en su museo; Bodegas Sonsierra tiene entre sus vinos “Perfume de Sonsierra” que se vende en una botella que es tal cual un envase de perfume y que, curiosamente, fue diseñada por el fallecido David Delfín.
En Rioja, la utilización de la botella de borgoña o bordelesa (más alargada), tiene que ver con la influencia francesa, siendo, en su origen, la elección de una u otra, dependiente de las características del vino. Así vinos clásicos como Imperial de CVNE, Viña Albina de Riojanas o 890 de La Rioja Alta, utilizaban, y siguen haciéndolo, botella bordelesa por su clara vocación por la elaboración según los cánones del Medoc bordelés. Ello en contraste con otros muy emblemáticos vinos desde hace muchas décadas, como el Bosconia de López de Heredia, Viña Ardanza de La Rioja Alta o Monte Real de Bodegas Riojanas, cuyos perfiles están, y estaban más, en la línea de los vinos borgoñones, motivo por el cual se decidieron desde el principio por la botella borgoña.
Antes de saber de las ventajas del color verde para conservar el vino, al protegerlo de la luz ultravioleta, las botellas eran ya de ese color. Y lo eran al no disponer, entonces, de un sistema sencillo para eliminar las impurezas, con lo que el resultado era ese color ambarino más o menos opaco. Los colores del vidrio con que generalmente nos encontramos son el verde y el negruzco para vinos tintos, y traslucido para muchos blancos y rosados. Generalmente los vinos de mayor calidad, sean blancos o tintos, se envasan en botellas opacas, y no precisamente porque protejan mejor de la luz, sino por cuestión de moda o tendencia actual. Existen honrosas excepciones como los blancos de Tondonia que se mantienen fieles a su botella trasparente. Al fin y al cabo, “no hay nada que ocultar” , además los que apreciamos estos vinos tendremos buen cuidado de no almacenarlos en lugar iluminado si no queremos perder parte de sus cualidades.
Mensajes en una botella
Por último tres mensajes para la reflexión sobre el tema que nos ocupa:
Es esta una cuestión muy polémica que algunos pensamos sería positiva para Rioja, donde entra en el circuito mucha uva procedente de parcelas con rendimientos por encima de lo deseable para garantizar la calidad. Sabemos también que se elabora vino con los excedentes (no destinado a la alcoholera precisamente) , o peor aún, se queda en el campo uva en la cepa una vez que el viticultor ha llegado al límite de “papel” que le corresponde de acuerdo a su cartilla. El Bag in Box sería una forma de dar salida a este vino, o uva, permitiendo al Consejo actuar con más rigor en sus labores de inspección, mejorando también la calidad media del vino embotellado. Eso sí, el vino embotellado en Bag in Box procedente de excedentes debería etiquetarse con un texto del tipo “Vino de mesa elaborado con uva procedente de parcelas dentro de la D.O. Rioja con rendimientos por encima de los permitidos”. En cuanto al vino joven que, reuniendo calidad suficiente, y habiendo pasado por los controles del Consejo decidiera envasarse en Bag in Box, podría exhibir los mismos distintivos del origen que acompañan a las botellas de vino de la DOC. Vino joven que sería el mismo, con ventajas en el manejo y la conservación comparando con el envasado en botella que, además, resultaría más económico para el consumidor.
Pretendemos con estos “mensajes” avanzar en el establecimiento de calidades diferenciadas en la Denominación que permitan abarcar diferentes segmentos de mercado. Calidades perfectamente distinguibles a primera vista por el cliente, de modo que éste tenga para elegir entre vinos económicos para diario, y vinos selectos para días especiales o celebraciones. La diversidad de Rioja permite elaborar, en cualquiera de las subzonas, vinos para competir por precio (con lo que sería deseable disponer de todas las herramientas necesarias para ello) y vinos para competir en calidad que realmente lo sean (con limitación de rendimientos de verdad) . El porvenir de Rioja está ligado a la existencia de al menos dos categorías de vinos perfectamente diferenciadas: la de los vinos en precio competitivo de calidad aceptable y la de vinos soberbios a precios al alcance de una minoría. Vinos, todos ellos, cuya trazabilidad esté perfectamente clara desde la viña a la mesa.