Apuntaba en estas páginas el pasado día, que Rioja está atravesando quizá la mayor crisis socio-económico en el último siglo y medio. También decía, ya en modo pragmático, que por muy oscuro que sea el túnel, al final, el que no queda en el camino, sale. Lo de reforzado, lo dejo para los más optimistas. Aunque es verdad, y no sería la primera vez, que en esta región, un acontecimiento luctuoso, y me remito a la crisis de la filoxera de finales del siglo XIX y principios del XX, supone un hito, un antes y un después, en la concepción del vino y en el desarrollo de esta industria: la llegada de los franceses, las nuevas técnicas de elaboración, la creación de las grandes bodegas, la crianza del vino, la exportación,… Fue esa, la de la filoxera, una crisis que se convirtió realmente en oportunidad. Ahora el “bicho” es otro, pero algo deberíamos aprender en estos tres meses en los que hemos estado recluidos.
Antes de entrar en materia, insisto, en la necesidad de cuidarnos cada uno de nosotros. Una manera de cuidar también a los demás. Extremando las medidas de higiene y prevención superaremos lo que yo llamo “LIBERTAD COVIDCIONAL”, periodo durante el que no dispondremos de la vacuna o medicamento para la Covid-19 y, cuanto antes, podremos entrar en la normalidad anterior, eso sí, con los novedades que se instalen como definitivas en nuestros hábitos.
Hoy por hoy, en el territorio de la DOC Rioja, en la tercera fase de la llamada “desescalada”, la situación es, para el sector vitivinícola, crítica. La mayoría de bodegas de tamaño medio y pequeño, enfocadas al mercado HORECA, han reducido drásticamente sus ventas, y los viticultores que, de forma inmediata son los que más acusan, mediante reducción de precio de la uva, cualquier eventualidad que suponga una merma de ventas de vino, se muestran realmente preocupados ante rumores de precios de uva nefastos para la presente campaña o comunicaciones de bodegas que anuncian la restricción en la recepción de la uva en septiembre u octubre.
Mientras tanto la vida sigue: hay que levantarse, alimentarse y seguir con las rutinas que la situación nos impone a golpe de decreto, o de dato de cifras de contagiados y muertos de cada día. La viña crece y hay que cuidarla, el mildiu y el oídio no saben de confinamientos, en las bodegas hay que hacer trasiegos y otras operaciones de conservación y mantenimiento y tratar de vender en un mercado mermado o trastocado. A la vez todos tratamos de adivinar como será el futuro, en el anhelo de anticiparnos y poder adaptarnos cuanto antes a lo que la Covid-19 nos depare. Como soluciones, las que más se oyen van en la línea de tratar de volver a la situación previa al coronavirus. Inadmisible, mientras el virus este con nosotros y no haya cura o vacuna para él. Acelerar la desescalada, tampoco válida ya que es la prudencia la que debe administrar las decisiones. O, por último y en esta incidiré hoy, la demanda de dinero público, dinero público para las personas vulnerables (ayudas directas, expedientes de regulación de empleo, compensaciones a empresas o nuevos desempleados, Ingreso Mínimo Vital, etc.) y para los distintos sectores de actividad. Ayudas para todos, porque todos de una forma u otra estamos siendo afectados por la pandemia. El sector vitivinícola es solo uno más.
Y yo me pregunto ¿es qué esta crisis la vamos a resolver solo a base de ayudas? ¿de dónde va a venir el dinero? ¿será el sistema capaz de soportar el gasto extra que esta situación ha generado?,…
Son varios los requisitos que deben cumplir las ayudas para que sean efectivas:
Ayudas puntuales.
La inyección de dinero público es necesaria en momentos excepcionales. Para, en un momento dado, salir de un bache, cesando en cuanto se retoma la marcha. Las ayudas no deben ser la “gasolina” que si se deja de inyectar el motor se para.
SÍ, por tanto, a las ayudas a las bodegas y el sector hostelero para que bares y restaurantes puedan aplazar el pago.
SÍ a los beneficios fiscales y créditos blandos que se plantean desde el Gobierno de La Rioja y Vasco.
NO, a parches, al establecimiento de ayudas sistemáticas para seguir igual, como si la pandemia nada nos hubiera enseñado. Los cambios estructurales que ya antes precisaba el sector del vino ahora se muestran como improrrogables.
Ayudas dirigidas a quien corresponde
La ayuda debe llegar en su totalidad y de forma efectiva a quien la necesita. Recordemos sino el rescate bancario desde el inició de la crisis económica de 2008 con fondos europeos, mientras los desahucios continuaban.
NO, por consiguiente, a financiar a las bodegas que no harán sino repercutir el ingreso extra, no en una mejora de condiciones para el viticultor, sino una reducción en el precio de venta del vino. Cuestión que a largo plazo terminará consolidando Rioja como vino barato.
Ayudas enfocadas a una mejora a largo plazo
Las subvenciones no deben destinarse a inversiones cuya viabilidad es dudosa o que nunca se ejecutarían si el dinero no viniera regalado. La simple posibilidad de recibir un dinero gratuitamente no justifica la inversión. Como ejemplo las ayudas a la reestructuración y reconversión del viñedo que se vienen recibiendo ya desde hace 20 años y que han resultado a la larga contraproducentes, al menos para la DOC Rioja.
Las ayudas deben tener un enfoque preciso para que permitan un cambio de orientación que posibilite una mejora. El viejo proverbio chino: “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida” explica muy bien este punto.
SÍ a las ayudas que tienen como objetivo la mejora de la calidad, el cultivo más limpio y respetuoso con el medio ambiente, venta a mercados cercanos, mejora de las infraestructuras para acoger al enoturismo o venta telemática.
AYUDAS PARA EL SECTOR VITIVINÍCOLA ANTE LA CRISIS.
Entre las ayudas que, se están considerando y que de momento cuenta con más apoyo, aunque con matizaciones en cuanto al modo de realización y sobre a los importes, está la de retirada de producción o vendimia en verde. Se pagaría porque el viticultor eliminara los racimos ahora en verde para que no llegaran a la vendimia, compensándole por ello. O lo que es lo mismo, sería indemnizado por destruir la producción. ¿No les suena esto a fracaso absoluto?
En principio la medida estaría contemplada para la retirada total de los racimos de parcelas. Algunas organizaciones agrarias apoyan esta medida siempre que se puedan hacer vendimias parciales siendo compensado el viticultor por la retirada de parte de los racimos, dejando una cantidad menor para la vendimia. Una medida que en Rioja se hace muy habitualmente con el objetivo de mejorar la calidad quitando racimos en aquellas parcelas que superan los límites autorizados para reducir los rendimientos.
De entrada, en contra de la medida, tal como está en inicio concebida, la retirada total de uva de parcelas determinadas, se me ocurren algunos argumentos:
Otras medidas que están sobre la mesa, contemplan las subvenciones para la destilación de crisis y el almacenamiento de vino privado, ambas destinadas a bodegas. Ambas no son soluciones sino temporales y con dotación presupuestaría escasa. Una región vitícola como Rioja con la mención de “Calificada” no va a salir de esta crisis con unos céntimos. Céntimos que no harán sino, de forma inmediata, repercutir en la reducción del precio del vino.
Si lo que se pretende es la reducción de oferta de uva y vino, el Consejo Regulador ya dispone de herramientas más que suficientes para ello: la limitación de rendimientos de producción y transformación en magnitud equivalente a la reducción previsible de ventas por la crisis de la pandemia. Esta medida, para ser efectiva, debe ir acompañada de un control riguroso de rendimientos por viñedos, no por explotación, como de hecho se ha hecho hasta ahora. Debe controlarse, cada uno de los viñedos, descalificando aquellos que superen los rendimientos establecidos.
Las bodegas disponen igualmente de herramientas para atajar los excesivos rendimientos:
Por otra parte, son las grandes bodegas las que deberían en mayor grado soportar el peso de la actual crisis mediante el recorte de beneficios. Son estas bodegas que, disponen de una red de ventas que les permite acceder a todos los mercados, entre ellos a las grandes superficies y supermercados, y las que se verán menos perjudicadas como consecuencia del aumento del consumo en los hogares en estos meses.
Es este un momento, quizá el más crítico conocido por la Denominación, y que afectará principalmente al viticultor, pero que debe ser aprovechado para implementar medidas con horizonte a largo plazo, tratando de consolidar la calidad del vino aquí producido, mejorar la imagen y trasladar al consumidor la realidad de una región que reúne condiciones para situarse entre las de mayor calidad a nivel internacional. De esto hablaremos otro día.
Continuará…