La menor producción no siempre se compensa con un alza del valor de la uva y del vino
El actual momento con viñas aún empezando a brotar, otras con hojas extendidas y las más adelantadas con brotes de varios centímetros, las heladas de la madrugada del domingo 21, en la que se registraron temperaturas por debajo de – 2,5º grados en varias localidades de Rioja Alta y Alavesa y, el frente frío que ahora mismo nos afecta, son circunstancias que hacen que el agricultor viva pendiente de la información meteorológica más que nunca.
De acuerdo a mis conocimientos de meteorología, son tres los tipos de heladas: de advección, de evaporación y de irradiación, debiendo su denominación a las circunstancias y fenómenos que acompañan a cada una de ellas. Las heladas de advección se producen por la irrupción de masas de aire muy frío procedente de las regiones polares. Estas heladas ocurren generalmente en invierno y muy raramente ocurren en nuestra zona, cuando lo hacen el área afectada suele ser muy grande. Las heladas de evaporación, como su nombre indica, se manifiestan cuando el agua en contacto con la planta se evapora, robando calor a la misma. Si la temperatura desciende por debajo de los cero grados pueden provocar daños, dependiendo su magnitud del estado fenológico del viñedo. Pero no son estas heladas de evaporación, ni tampoco la de advección, las más temidas en Rioja. En el campo nos inquietamos en esta época cuando el cielo se queda totalmente despejado, con ausencia de viento y poca humedad ambiente. En presencia de estas condiciones el calor de la tierra se irradia, enfriándose la capa de aire más próxima a la superficie. El enfriamiento hace que el vapor del aire se condense como rocío, o si el frío es muy intenso en forma de escarcha. Se conocen también a las heladas de radiación como heladas blancas, por el color de la escarcha que se aprecia por la mañana en las superficies de los objetos o plantas después de una helada de esta clase. Los hondones o viñedos más bajos son los más sensibles a las heladas de irradiación ya que el aire frío se acumula en ellos. Los suelos con texturas ligeras y pedregosos se enfrían más rápidamente, con lo que los riesgos de las viñas situados en estas zonas son también mayores.
A finales de abril solo con que el termómetro marque por debajo de los cero grados los daños pueden ser ya importantes “Marcos, Marquete, vendimiador sin corquete” (San Marcos 25 de abril). Después de una helada las yemas y brotes se ennegrecen y algunos necrosan y mueren con la consiguiente perdida de producción. Otros pámpanos se desarrollan más tarde, pero, en todo caso, con menor fertilidad, por lo que los rendimientos siempre quedan mermados.
A mediados de abril, de 1999, concretamente el día 16, una helada que según la prensa nacional “asoló gran parte del viñedo de la Denominación” y que luego no resulto en una disminución de rendimiento tan grave como en principio se temía, unido a otros factores ajenos a lo agronómico, produjo un incremento aquel año, del precio de la uva nunca antes, ni tampoco después, conocido. Podría pensarse que si la cosecha de uva es corta los precios aumentarán, pero esto no es siempre así. La estadística indica que la reducción de rendimientos no supone siempre un alza de precios de la uva y el vino, es por lo que, contrario a lo que podía pensarse, “si hay poca uva al menos se pagará bien” es un argumento no válido, y por consiguiente que para nada tranquiliza al agricultor.
Después del frente frío que viene afectando desde el pasado fin de semana, con nieve en la sierra, con una situación económica como la actual, el aviso del pasado 21 de abril, que todavía no sabemos como se va a traducir en rendimientos, y la viña con un desarrollo como corresponde a inicios de mayo, el refrán “El mes de mayo es el mes más largo que tiene el año”, se hace bueno. Seguiremos, por consiguiente, atentos a “el tiempo” y mirando al cielo….
Publicado el 2 de mayo de 2013