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Antonio Remesal

Hablando de vino

De gigantes y molinos.


Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento y las torres de la luz en las tierras de Rioxa.

Estando un día don Quijote en un camino que discurre hacia el conocido campo de Bilibio, vio por la quiebra que dos montañas hacen para dejar paso al Ebro, unos molinos, y  así como los descubrió imaginóse ser cosa de nuevo desafío, por lo que dijo a su escudero:

– La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque diviso allí en  esos majuelos, llecos y tierras de sembradura, delante de aquel bosque, un gran ejercito de hombres flanqueados por gigantes en línea de combate

– ¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza-

– Aquellos que allí ves -respondió su amo-, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas u esos otros con patas como podencos apostadas sobre los renques de las viñas.

– ¿Ves toda aquella polvareda que allí se levanta? –pregunto don Quijote a su escudero-, Pues como yo atisbo es cuajada de un copiosísimo ejercito que de diversas gentes y gigantes viene marchando, asaltando sin licencia a su paso tierra que no es sino de aquellos que la labran y de las criaturas que en ella moran: pájaros y mosquitos del aire, gusanillos de la tierra, y aún las alimañas, que por alguna razón fueron creadas ya antes que hombre  alguno la pisara y para más que ornamento están en ella emplazadas; seres débiles sin armas y tropa que les defienda y que han de menester mi favor y auxilio; es por ese motivo por lo que con ellos pienso hacer batalla: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

– Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen con tres brazos no son gigantes, sino molinos y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento mueve la rueda que hace girar la industria; y los otros con sólo dos brazos son torres, usadas para cosa más allá de mi entendimiento.

–  Bien parece -respondió don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla, fiera porque lucharé hasta que les venza o perezca en el empeño, y desigual, porque veo que con estos gigantes va un escuadrón de predicadores, mentecatos, escribanos y bellacos que con su palabra fácil pondrán a todos contra mí, tratándome como si de un trastornado yo fuere, en su afán de alcanzar sus fines.   Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento y torres, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo: pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer gigante del grupo de los que sujetaba una maroma sin fin relumbrante como su espada; y dándole una lanzada el gigante encolerizado le lanzó un rayo, con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que salió volando maltrecho y carbonizado entre las viñas al tiempo que todo lleno de humo se quedaba.

Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él Rocinante.

– !Válame Dios¡ -dijo Sancho- ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos y torres y que es menester ha puesto don Iberdrolo y otra gente muy principal, y que ignorar al poderoso es propio de quien no tiene sino pájaros en la cabeza?.

– Calla amigo Sancho -respondió don Quijote- que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza, y que lo que ahora afirmáis son artificios para no sé que fin, según tu parecer de necesidad, lo que yo veo con mis ojos no son sino contrarios y gigantes invadiendo tierras que no son suyas; si hubieran venido por sus fueros habrían usado la aldaba y a buen seguro, las gentes de aquí, que fama tienen, además de por su buen vino, por pacífica y enemiga de meterse en ruidos y pendencias, les habrían abierto la puerta de par en par y a algún trato hubieran de llegar. Porque sabes Sancho que ésta es gente de paz y en sus lares siempre ha habido, para los que vienen de buena honra, ricas viandas, bebercio y acogimiento; pero también he oído comentar de sus naturales ímpetus, y que al que con oscuras intenciones viene o apropiarse de lo suyo busca, se va con el rabo entre las piernas.

– Porque –añadió el de la Triste Figura- en lo tocare a la morada se hace lo que es menester del amo, porque para eso es la propiedad; y en las cosas naturales ¿quién es nadie para contradecir ni evitar lo que por el cielo esta ordenado?

– Pero entonces vuestra merced –pregunto Sancho Panza- ¿eran o no gigantes con los que habéis guerreado y mal parado habéis salido?

– Que más da mi fiel Sancho –respondió don Quijote- galgos o podencos, gochos o gorrinos, burros o jumentos, arrieros o carreteros. En campo ajeno estaban y sólo su amo, por suyo, ha de decir si se entra, pasta, vendimia, racima o siquiera se sestea; desde el mismo infierno hasta el firmamento; porque sólo los labradores, y por ley de Dios sus inquilinos naturales, pueden en él hacer lo que le viniera en talante. Por lo que sí alguien entra en la propiedad que por justicia no le corresponde, a sus amos debe pedir licencia.

– Y en como juzgas mi estado, mi buen escudero Sancho: harto molido y quebrantado estoy, pero con la frente muy alta por  haber cumplido los mandamientos de caballero,  que entre otros son: ofrecer mi brazo y mi persona en ayuda de los flacos y menesterosos y desfacer cuantos agravios y sinrazones encuentre a mi paso; con lo que ahora, cumplida la tarea, sólo queda esperar que la suerte se mude y que lo que hoy se ha perdido se gane mañana. Lo demás ya está todo dicho; lo fecho, el de arriba ha de juzgar, y aunque tú no lo veas de este modo, el tiempo descubridor de todas las cosas dará la razón a quien la tenga.

Tras este discurso ayudó presto Sancho a incorporarse a su amo y a subir sobre Rocinante, y él subió sobre su jumento,  y juntos tornaron a su comenzado camino a paso tirado,  para hacerlo él cavilando detrás de su señor Don Quijote; del que pensó que quizá no tenía el juicio tan perdido como a veces le parecía y fuera él mesmo el que estaba engañado, turbados los sentidos por el miedo y haciendo que las cosas no parecieran lo que son.

Y es desta manera como concluyó esta aventura que para el Triste fue desventura, entre riscos y breñas, en tierras de buen vino, agua clara y gente sana, para que cada uno saque de limpio aquello que le venga en gana.

NOTA: Recuperamos hoy un artículo que se escribió hace unos meses, y que ahora es de nuevo actualidad, en relación con la polémica sobre la línea de alta tensión que está en proyecto atravesará viñedos de Rioja Alta hasta la subestación de Haro.  En el artículo, como habéis visto, se reescribe uno de los capítulos más conocidos de “El Quijote”, apelando de éste particular modo al entendimiento.

 

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Sobre el autor

Ingeniero Agrónomo y enólogo. He trabajado en la empresa privada en ámbitos muy variados de la ingeniería. Actualmente en la Administración, en el sector del vino, con el que me siento absolutamente comprometido. Escribo sobre viticultura y enología y, de paso, sobre lo que tercia…Autor del libro “Talking about wine: Rioja”, primer libro monográfico sobre Rioja escrito en inglés.


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