Lo pactado el jueves 29 de octubre en el Consejo Regulador, si se materializa mediante su firma el próximo miércoles 4 de noviembre, puede suponer, según mi opinión, el mayor golpe asestado a la política del Rioja y a la economía de los viticultores que hayamos conocido y puede dejar a otros grandes errores como el de “el blanco” como de magnitud menor.
De forma resumida y a “botepronto”, para que sepan de lo que estamos hablando, les diré los motivos por los que las decisiones acordadas el jueves 29 de octubre son nefastas para el sector:
– Se ha perdido una ocasión de oro para negociar en un momento en el que, dada la escasez de vino, el sector productor tenía más fuerza que nunca.
– En la reunión del jueves tocaba hablar de incremento de superficie y no de rendimientos y promoción, que se deben negociar cada año a la vista de los datos y coyuntura en ese momento.
– Se bien el aumento de superficie vía incremento de plantaciones acordado es del 0.6% (que seguro llegará al 1%) lo pactado, pendiente de ratificar, supone incrementar los rendimientos, a priori para el próximo trienio, en el 7% en uva y entre el 2,87 y el 1,43% en vino, vía transformación uva/vino. Les dejo a ustedes que hagan las cuentas de las decenas de millones de litros de vino que esto supone.
– El aumento de la oferta deja al sector productor en manos de las bodegas que con abastecimiento asegurado pueden fijar los precios a su antojo. El viticultor cobra por más kilos que debe cuidar y producir pero a un precio más bajo con lo que al final el balance es de perdida.
– Si la calidad no se paga el viticultor reduce costes y trata de producir más para poder mantener su actividad y economía.
– Sin márgenes en la producción se incrementan los arranques de viñas viejas, de bajos rendimientos o con topografías difíciles, que son precisamente las que proporcionan mejor calidad, para plantar en parcelas fértiles con mayores potenciales productivos y más fáciles de mecanizar.
– Se dificulta el relevo generacional de los jóvenes que no pueden acceder a grandes explotaciones. El viticultor necesita mucho más superficie para que la explotación resulte rentable.
– Al no existir “tierra blanca” en las zonas vitícolas tradicionalmente de mayor calidad se planta en zonas con menor vocación vitícola, con lo que esto supone para el deterioro de la calidad general.
– Mayores dificultades para los que quieren hacer vinos Premium. Para estos el sello Rioja cada vez les aporta menos, al contrario de los que van a por kilos que ven en el aumento de los rendimientos un negocio inmediato.
– Inevitablemente los incrementos de producción en parcelas con calidad dudosa, precisamente por exceso de rendimientos, entran en el canal Rioja completando cartillas de parcelas con menores rendimientos. Se aumenta la picaresca y disminuye la calidad media del vino Rioja.
– Se incrementan los excedentes de vino que no se etiqueta como Rioja pero que por otra vía compite con ventaja con el Rioja.
– Los excesos de rendimientos y una viticultura productivista conllevan irregularidades en la maduración con mayores riesgos de enfermedades sobre todo en las últimas fases de la misma. Sino véanse las fechas de vendimia de este año y no vamos a echar toda la culpa al cambio climático.
– Se pone en el mercado vino que no merece llevar la marca Rioja con lo que ello supone de deterioro de la misma.
– El sector se divide, cada uno va a lo suyo.
Para terminar les remito en este mismo blog al último artículo publicado “juntos pero no revueltos” y les recuerdo, mediante la foto que acompaño, una situación que hemos vivido hace muy poco tiempo (foto tomada el 15 de noviembre de 2010) y que, parece, pronto olvidamos: viñas con las uvas colgadas en la cepa sin vendimiar por no resultar rentable ni cortarlas.
¿En la reunión del pasado jueves en el Consejo Regulador, dónde estaban los que su misión y responsabilidad es defender la calidad?