Apunta algún sesudo estudio, que cuando escuchamos el nombre de una persona, de inmediato, nos formamos una imagen mental de ella y que lo que otros piensan y esperan de uno determina el concepto que tengamos de nosotros mismos, nuestra autoestima e, incluso, el comportamiento.
Con esto, la elección del nombre no debe ser una decisión trivial. Vean sino como los cantantes, actores y otros famosos, cambian sus nombres por otros pegadizos, fáciles de pronunciar o, que en suma, sean más vendibles. A veces un nombre suena bien en un idioma cuando en otro puede ser un desastre. Para muestra, tres ejemplos de empresas del sector del automóvil, que se dieron grandes batacazos al exportar sus vehículos con la marca (nombre) original: “Mitsubishi Pajero”, “Mazda Laputa” y “Nissan Moco”.
El nombre a veces adjetiva al sujeto, aunque a veces la reiteración nos haga olvidar su significado literal. Sino piensen en nombres como Dolores o Angustias y explíquenle a un extranjero como se traducen.
Un nombre o sustantivo es, por definición, aquel tipo de palabras cuyo significado determina la realidad, estamos pues todos de acuerdo que no es en absoluto adecuado el uso de una palabra como nombre que minusvalore o simplemente traiga a la mente un concepto desestimado.
Estarán pensando, ¿y a cuento de qué viene todo esto? Se lo diré y además, en esta ocasión, les adelantaré las conclusiones, por si no quieren leer todo el argumentario. Este artículo va sobre el designación de las subzonas de Rioja, concretamente de Rioja Baja, que puede no sea apropiado debido al adjetivo que sigue a la palabra Rioja. Muchos somos de la opinión que sería conveniente buscar otro nombre para Rioja Baja, un nombre que haga honor a las uvas y vinos de ALTA calidad que en esta subárea se producen.
“Alto” acompañado de calidad, nivel, standing, rango, cualificación, … es un atributo equivalente a ejemplaridad, virtuosismo o excelencia. Lo contrario cuando el adjetivo que acompaña al nombre es el de “Bajo”, lo mismo en masculino que en femenino, en español o en otro idioma. “Alto” se asocia con éxito, superioridad, notoriedad, etc., ensalzando el sujeto, mientras que “Bajo” generalmente tiene connotaciones negativas.
Con esta introducción, que para el que desee profundizar puede hacerlo en el capítulo de “Barrio Sésamo” donde se explica el significado de “alto” y “bajo”, he querido enfatizar la importancia de la palabra o conjunto de palabras, con las que se nos designa, distingue y reconoce, así como, lo que el nombre representa.
El nombre de Rioja Baja obedece a la menor altitud respecto a Rioja Alta o Alavesa. Desde Logroño, rio abajo del Ebro, nos encontramos viñedos hasta a poco más de 300 metros. Pero, no todo es bajar. Si bien la altitud media es la más reducida de la denominación, algunos viñedos se sitúan en altitudes próximas a los 700 metros; en los mismos pies de los Montes de Clavijo, Sierra de La Hez, Peña Isasa, Sierra de Yerga o Sierra de Alcarama, accidentes montañosos más significativos de Rioja Baja ordenados de Oeste a Este.
La subzona de Rioja Baja se extiende, por un total de 50 municipios, desde las riberas del rio Iregua, que hace de límite con Rioja Alta, hasta el rio Alhama, en el extremo más oriental de La Rioja, incluyendo los 8 municipios navarros de la orilla izquierda del Rio Ebro.
Aproximadamente un tercio del vino de la DOC Rioja se produce en Rioja Baja. Debido a su clima con acusada influencia mediterránea, los vinos contienen generalmente más alcohol y menor acidez, lo que ha llevado a que históricamente se hayan utilizado para enriquecer otros “riojas” con su mezcla. Se mejora, así, el vino resultante en cuanto a las cualidades distintivas que la subzona más oriental es capaz de aportar.
La especialización vitícola existente en Rioja Alta, y particularmente en Rioja Alavesa, no existe en Rioja Baja, donde el cultivo de la viña es una actividad económica más. Este hecho, la mayor distancia a los centros de consumo del Norte y que Rioja Baja ha sido clásicamente, y continua siéndolo, la proveedora de uva de otras subzonas, no ha propiciado un desarrollo de la industria bodeguera como en el resto de la denominación. No obstante, el peso del sector cooperativo es de gran importancia, debido, sin duda, a la gran tradición en la comercialización de frutas y hortalizas mediante agrupaciones de agricultores.
La totalidad de uva que se produce en Rioja Baja, unos 150 millones de kilos, es ligeramente inferior en volumen a la producida en Rioja Alta y, aproximadamente, supone el 70% más que en Rioja Alavesa. En cuanto a la elaboración, un 60% del producto de Rioja Baja se va a bodegas establecidas en las otras dos subzonas de la denominación, Rioja Alavesa fundamentalmente, y en menor medida a Rioja Alta, destinos donde se elabora y comercializa. Datos que corroboran como la mayor parte de la producción de la “rioja del Este” se utiliza para la elaboración, mediante ensamblaje, de vinos (“coupage”) en bodegas del resto de Rioja.
Con todo esto, habida cuenta de la idiosincrasia de Rioja Baja y, del sistema de abastecimiento de uva y vino que se mantiene en Rioja desde hace ya más de un siglo, podríamos decir, que la descalificación de esta área sería equivalente a hacerlo a la misma marca Rioja. No cabe, por consiguiente, un nombre dentro de la Denominación que pueda inducir al despiste, error o menoscabo y, dado que el de Rioja Baja pudiera hacerlo, se proponen alternativas al mismo. Les sugiero por ejemplo el de Rioja Mediterránea (si no existen impedimentos legales), u otros, como Rioja Oriental, Rioja del Naciente, Rioja Dorada, Rioja Luminosa, Rioja Radiante, Rioja Brillante, Rioja Candente, Rioja de la Luz, Rioja del Contraste, … Cualquiera de ellos nos sugiere una idea más próxima a la realidad presente en esta singular subzona de la DOC Rioja. Su elección queda para los expertos en Branding (o si lo prefieren en español, imagen de marca).
Publicado en el “Diario de La Rioja” el 18 de junio de 2015