¿Y ahora, qué?
Después de que el Tribunal Constitucional avalara el matrimonio homosexual, tras siete años de incertidumbre e hipoteca legislativa, ciertos estamentos, todavía anclados en la Alta Edad Media, no están dispuestos a acatar nuestra Ley de leyes que, lo quieran o no, está por encima de cualquier respetable código de moral o de conducta. Pero nada, erre que erre. La misma Constitución que los apocalípticos esgrimen como garantía de la unidad de España frente al desafío secesionista de Artur Mas es peyorativamente descalificada si lo que defiende son derechos sociales. Como bien sentenciara en el siglo XVI el humanista y pedagogo Luis Vives: «Desterrada la justicia, que es vínculo de las sociedades humanas, muere también la libertad que está unida a ella y vive por ella».
Además… ¿acaso obliga esta ley a contraer matrimonio con otra persona del mismo sexo? No, que yo sepa. Adiós, por tanto, al matrimonio homosexual. Desde ahora sólo existirá un único matrimonio a la luz de la Justicia.
Mención aparte merecen ciertos titulares y comentarios que sobre la sentencia han visto la luz: «Será constitucional, pero no es matrimonio», «lo que ha hecho el Tribunal Constitucional es salirse de su cauce y convertirse en una tercera cámara. Tenemos un TC político», «El tribunal cede a la presión del lobby gay, en contra del sentido común y antepone la ideología a la ley natural»… son algunas de estas perlas.
Ah, por cierto, se me olvidaba. Luis Vives pasó casi toda su vida fuera de España por miedo a la Inquisición. En la ciudad belga de Brujas supo que su padre fue quemado en 1526 y que, tres años más tarde, su madre (fallecida en 1508) fue desenterrada y sus restos arrojados a la hoguera.