España lleva años inmersa en una farsa teatral disparatada y chabacana. En realidad, nunca ha podido, querido o sabido librarse de ese pestilente tufillo, mezcla entre astracán y naftalina. Quizá después de la Transición el aire fresco ventiló durante algún tiempo los armarios infectados de caspa, vulgaridad y superchería. Pero fue un espejismo; mejor […]