«Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable»
Conocí a José Agustín Goytisolo en plena Transición, durante un acto literario celebrado en la Universidad Autónoma de Bellaterra. Muy a su pesar, le pedimos que nos recitara ‘Palabras para Julia’, poema popularizado por Paco Ibáñez y por la película ‘Españolas en París’, del director jarrero Roberto Bodegas. Al principio se resistió un poco pero, ¿cómo podía mantener su negativa ante cientos de estudiantes entregados? Meses después, descubrí que Goytisolo tenía su residencia en la calle Mariano Cubí, a pocos pasos de la mía, en el barcelonés barrio de Sant Gervasi. A veces lo veía pasear por la Bonanova, ensimismado en sus versos, discreto y austero. Cuando veinte años después supe que José Agustín Goytisolo se había arrojado desde su ventana a la calle Cubí, de inmediato surcaron mi memoria aquellas palabras… «que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso».
Algo parecido me está sucediendo estas últimas semanas, cuando leo en la prensa que cada vez son más las personas que ya no pueden volver atrás porque la vida les ha empujado como un aullido interminable. Son gente corriente, con sus anhelos y sus miserias, aunque todos ellos con una patología común: el desahucio.
El desahucio se ha convertido en la España del siglo XXI en una grave enfermedad que se extiende de forma tan vertiginosa como la peste negra en la Europa medieval. Sin embargo, los físicos y los galenos –llamémosles políticos– debaten, para no ponerse nunca de acuerdo, sobre si aplicar cuidados paliativos no demasiado onerosos o si dejar en las manos de Dios la suerte del moribundo.