Mi amigo Pepe Muleta lleva años recopilando frases célebres vinculadas al mundo taurino con la intención de escribir un libro. Pero lo que comenzó siendo afición desembocó en obsesión, hasta el punto de que lo mismo recoge pensamientos de altura literaria o intelectual que chascarrillos preñados de testosterona, propios de cualquier taberna de medio pelo.
Cuando supe que una de las frases que más le habían marcado era la popularizada por Jesulín de Ubrique –«La vida es como un toro: hay que echarle un par de güevos»–, traté de convencerle de que elevara el nivel académico de su ‘compendio’ y se esforzara en separar el grano de la paja. Y le puse mil ejemplos:
«Torear es desengañar al toro, no engañarlo. Burlarlo, que no es burlarse de él» (Bergamín). «El toreo es la riqueza poética y vital mayor de España» (García Lorca). «Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros, sería magnífico» (Valle-Inclán). «Los madrileños se acercan al circo a ver un animal tan bueno como hostigado, que lidia con dos docenas de fieras disfrazadas de hombres» (Larra). «La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda» (Ortega y Gasset)…
Ni por esas. Pepe Muleta me envió ayer un correo electrónico adjuntándome la última expresión que más le había impactado: «Soy como un toro bravo, me crezco con el castigo» (Wert).
No tuve por menos que devolverle el email de inmediato: «Querido Pepe, aún empeñado en seguir disfrutando de tu amistad, presento mi dimisión irrevocable como asesor de tu ‘compendio taurino’, dada la deriva que has tomado. Las palabras del ministro de Educación y Cultura, que colman el vaso de mi paciencia, ‘te las resumo en dos palabras: im-presionantes’ (Jesulín de Ubrique)».