Aunque el control de los medios de comunicación es una de las obsesiones de cualquier dictadura que se precie, desde el estalinismo soviético y sus satélites –el Castrismo incluido- hasta la España del Régimen o los fascismos alemán e italiano, el rumor supone un arma de determinante influencia en la opinión pública por parte de quienes manejan los hilos. Así también lo creyó el franquismo que, durante los primeros años de posguerra, calcó del III Reich la estructura necesaria para captar y regular estos “bulos”. De hecho, la Delegación Nacional de Prensa fundó el Departamento de Documentación y Auscultación con el objetivo primordial de informar sobre los rumores que inundaban pueblos y ciudades españolas y que, entre otras curiosidades, situaban a Mussolini en Sanrto Domingo de la Calzada.
En los años 40, la Jefatura Provincial de Propaganda de Logroño -al igual que las del resto de España- estaba obligada a remitir periódicamente informes de rumores, rumores que se conservan a cientos en el Fondo de Prensa y Propaganda del Archivo Histórico Provincial de La Rioja. El doctor en Historia Roberto Fandiño lleva años investigando sobre la posguerra en La Rioja y analizando este fondo. «Estos rumores -asegura Fandiño- nos ofrecen un fresco imponente de la realidad cotidiana, con una provincia asaeteada por los problemas de abastecimiento y la escasez, en la que no era extraño que uno de sus objetivos preferentes fueran los funcionarios de la impopular Fiscalía de Tasas».
Y es que, durante los años 40, el rumor fue una de las pocas fuentes de información de las que el Gobierno podía extraer una visión de la realidad española, muy distinta a la que llegaba a través de los canales oficiales. «El rumor se convirtió así en un verdadero indicador de lo que realmente pensaban los ciudadanos, de sus desconfianzas hacia el poder, fantasías, sueños y deseos -añade el historiador riojano- Las autoridades no sólo se limitaron a redactar informes sobre todos aquellos “bulos” que circulaban, sino que, igualmente, trataron de difundir otros rumores destinados a contrarrestar aquellos de origen popular que se considerasen inquietantes o críticos con el poder».
II Guerra Mundial
A través de este expediente de rumores, abierto a investigadores en el Archivo Histórico de la logroñesa calle Rodríguez Paterna, se puede realizar también un seguimiento muy singular de la II Guerra Mundial, pues los españolitos de a pie eran consciente de que el futuro de España se jugaba en los frentes, al tiempo que Franco no dudaba en difundir hasta rumores como que un arma secreta otorgaría la victoria final al eje alemán.
“He intentado reflejar cómo la propaganda franquismo influyó en el día a día de los riojanos y de cómo esta maquinaria fue extendiendo sus tentáculos alrededor la vida cotidiana de la gente controlando la vivienda, el racionamiento, la educación, el hambre,… Así, hasta borrar la memoria colectiva y falsear los acontecimientos anteriores al Régimen.
La iniciativa de la Delegación Nacional de Prensa seguía los esquemas de un método ideado en la Alemania de Hitler. “En Crónicas desde Berlín (1930-1936), Eugenio Xammar aseguraba que «un régimen de dictadura si quiere durar ha de estar muy atento a los rumores populares» y añadía que «el Gobierno no desdeña nunca un rumor; al contrario, lo recoge casi siempre, aunque sea sólo para desmentirlo. Y cuando el rumor tiene cuerpo, cuando, nutrido por causas reales, adquiere popularidad, el dictador une su voz al rumor, lo convierte en cosa suya. Podría decirse que la dictadura es régimen de rumor, como la democracia liberal es régimen de opinión», explica Fandiño.
Entre la lista de rumores hay algunos muy curiosos que desvelan los avatares del obispo de la Diócesis de Calahorra en situaciones escandalosas –lo que tras la dictadura se supo que era un falso montaje franquista-, hasta los movimientos del ‘maquis’ –la oposición residual armada contra Franco-, sin olvidar uno muy kafkiaño como que Benito Mussolini había sido visto en Santo Domingo de la Calzada.